Llené una copa con mis palabras,
las destilé, las hice fermentar, las dejé envejecer
y las escancié generosamente
en las bocas de quienes las deseaban
para expresarse.
Y dijeron amor y la mejor broma,
y el deseo se tornó en palabras
que salían de gargantas de oro,
de gargantas de plata,
en las que tarareaban las palabras
y hacían albórbolas en las bodas de
nuestras aldeas...
Llené una copa con mis palabras,
las destilé, las hice fermentar, las dejé
envejecer
y las escancié generosamente
en las bocas de quienes las deseaban
para expresarse.
Y dijeron odio y la broma más amarga,
y la puñalada se tornó palabra
que salía de gargantas de cobre,
de gargantas de plomo.
En ellas se carcajeaban las palabras,
ladraban, y ladraban
las prostitutas en los arrabales de la ciudad.
Este es nuestro vino: nuestras
palabras destiladas
para que peregrinen por nuestras
entrañas,
para que las sintamos bullir en
nuestra sangre,
para que nos aterren las visiones.
Escanciamos las palabras con cicatería
a quienes nos aman y a quienes nos odian
y les sueltan, como el vino, el corazón
y la lengua.
Os mantenemos ocupados, al menos
durante una noche,
con nuestras entrañas,
nuestra sangre
y nuestras visiones.
Yabra Ibrahim Yabra "Tammuz fi-l-madina"
jueves, 20 de marzo de 2008
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1 comentario:
Hola, ojos del Antiguo Reino.
Impresionantes palabras. Sin duda la palabra es la m�s formidable de las fuerzas de la naturaleza.
Un abrazo fortísimo.
Te sigo, encantadísimo.
Florencio.
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