"... y así, después de caminar un rato, sabiendo que Odiseo era solo una posibilidad, Penélope recogió sus partes, se reconstruyó y decidió caminar.
Por intuición se sobrepuso a sus amantes, tal vez, presientíendolos como más equívocas posibilidades, y por el ojo de una aguja pasó tímida y segura...a cantar su propia letra, a escribir lo suyo y pintar sus colores..."

jueves, 22 de mayo de 2008

Mi espacio (...personal)

Trataré de hacer una reflexion atinada sobre lo que para mí es la palabra,mi palabra “a propósito de la materia”, obvio.

Somos , un poco más un poco menos, todos los que cursamos este taller , hijos o contemporáneos de la pérdida de la palabra, del no poder decir.

Será por eso que cada vez que me hablan de limitar mi palabra en la forma que sea, me provoca cierta picazón que empieza en la cabeza y todavía no sé bien en que lugar termina. Cuando me lo dicen en serio, es decir, sin esbozar después ni una sonrisa y reforzando la hipótesis de limitar a determinado espacio , modo , o estilo, en un espacio personal la forma de expresión, me preocupa más todavía.

Yo sé que a las lloviznas no hay que darles de antemano el título de tormentas, mucho peor ,después se consideran ventarrones insoportables cuando no pasaron de soplido débil.

Pero no lo puedo evitar: me jode. No me molesta, ni me incomoda, de hecho no va a cambiar lo que hago. Pero me jode ( por cierto,la palabra joder tiene un énfasis diferente, muy poco académico).

Cada lugar donde dejo alguna de mis palabras, trato de que sean mías, que pueda hacerme cargo de lo que escribo al derecho y al revés.

Me causa gracia la idea de “acotar”(para eso está prensa escrita I): Si es un espacio con sello académico, no mezcles lo personal. Me hace acordar a las maestras de la Nación que no dejan ir al baño a sus alumnos en hora de clase, como si estuvieramos programados monotemáticamente. Es decir, si escribimos para la universidad, no lo hagamos pensando en que se nos mueve hasta el pelo cuando leemos un libro interesante si no está en la lectura obligatoria u optativa de alguna materia. Si estamos en clase, olvidemos toda sensación extra-clase, porque a la escuela…a la escuela se viene a estudiar …y a la universidad también ¡ qué tantas vueltas!!!!.

Yo soy una de las que acuerda en que mil mails con dos palabras a una lista de mensajes es una pérdida de tiempo, porque generalmente no puedo leerlos a todos, ¿o será esa mi parte chismosa? Que se enoja porque quisiera opinar y no me da el tiempo ni para eso? ( prometo que lo voy a pensar).

Pero mis espacios ¡¡no!! No los voy a medir, es más, al costado agrego la dirección mi blog personalísimo,pero si no tienen tiempo, no pasen, ahí escribo solamente cosas extra-académicas y en este seguiré volcando cosas de mi “yo escritora”, pero en todas mis “yo”, sigo siendo yo, por lo tanto, actualizo, actualizo y sigo volcando mis “cosas personales”…


Reflexión sobre género Crónica

¡Y por fin llegó la crónica!
Exagerado, no?
Puede ser

Hasta aprendimos
A imitar haikus
En las crónicas

( aunque cuenten las sílabas, no llegan a ser haiku lo anterior) estaba esperando que llegue esta parte de la materia. Más que al bloque entrevista, aunque me gustó; más que relato, porque sé que me va a costar. Será tal vez porque me siento un poco más libre contando que preguntando, y es una tentación en las entrevistas “puras y duras” meter un poco de vuelta poética, al menos para mí y aunque no se deba.


Los textos me encantaron, volver a ver Ébano, darle la mano a Walsh, Caparrós para leer una situación más contemporánea, así como terminar el libro de Tomas. Cada uno a su estilo me muestra, me deja ver lo que ellos en ese momento vieron. Y eso me gusta mucho, Puedo estar de acuerdo o no, puedo decir quiero ser así o no. Pero la crónica en general, las buenas crónicas, me hacen acordar al buen cine, dónde uno no advierte la incómoda butaca hasta que un músculo indiscreto rezonga para acomodarnos nuevamente y seguir mirando.

Eso mismo, si tuviera que definir mi sensación al leer una buena crónica, es precisamente, la imagen que escribí antes: un género que me permite ver.
Hay paises que no conozco, y probablemente nunca conoceré, hay personas que seguramente nunca cruzaré o nunca entrevistaré, con muchísimas de ellas no comparto ni siquiera mi idioma , que amo, pero que no me alcanzaría para entrevistar a un centroafricano.

Algunas crónicas son como un pasaje a través del tiempo, puedo ir y venir de tal o cuál evento las veces que yo quiera.

Y como todo no es siempre color rosa, me costó lecturas y re-lecturas, escrituras y re-escrituras, armar una pobre crónica de mi autoría. No era tan fácil. No era nada fácil, porque al paso que más o menos había internalizado de la oralidad a la escritura en la entrevista, ahora tenía que agregarle la visualidad ( sirve como categoría?) es decir, a lo que tenía grabado y escrito tenía que sumarle lo que había visto, lo que tenía en cámara, todo el factor que quería contar pero que con el grabador de voz no alcanzaba.

Si es un híbrido como Amar Sanchez dice que lo llamaron algunos investigadores (“El relato de los hechos”, pg.14), que lo sea, no digo con esto que pierden valor otros modos y géneros, pero este tiene un sabor extra.

Y ahí empezó el camino nuevamente. Como en el bloque anterior, que acompañé mis palabras de la voz al papel, ahora tuve que hacer un cóctel de imágenes para volcarlas en la escritura y no lo pude evitar tropecé más de una vez. Y no lo pude evitar, me gustó. Creí que Ulibarri sería mi pequeño manual, pero no, lo leí y decidí ver qué salía, una vez terminado vería las correcciones de acuerdo a la bibliografía , pero no el revés, no quería pensar un molde y ver el material que tenía ajustado a ese modelo. Mejor que la misma escritura me permitiera pensar en que momento podía usar qué recurso de los que había visto.

Si el trabajo está bien hecho, no lo sé, no me alcanza lo que tengo para decirlo, eso mejor que lo juzgue la profesora, yo ya gané, me divertí con las palabras y eso va sin nota.

La Sublimación de la palabra

De la mano de Ese Hombre

De la mano parece ser un símbolo de fuerza, en muchas partes de nuestro día a día vemos manos que demuestran unión, amistad, complicidad y sentimientos parecidos.
Decidí tomar la mano de Este Hombre para recorrer su propia vida, ya no la de los libros, la que leí en Operación Masacre o en algunos artículos que lo nombraban como centro de algún movimiento, sino la que estaba expuesta a mi paso, laberíntica, blanca, grande y verde, verde como el color que le quitó la vida.
Aunque siempre prefiero cuando se trata de personajes que me dan esperanza, hablar de su vida y no de su muerte, porque creo que la obra sobrevive a los autores, como una forma de suponer que la vida sobrevive aún tras la muerte.
A pie de la escalera que baja al ágora desde el primer piso de la Universidad entré al mundo Walsh, “La sublimación de la palabra” se llama la muestra.
A la derecha: sus lentes, como si miraran los pasos de los que le damos la mano.
Izquierda: las primeras gigantografías, su causa.
Derecha nuevamente: Cuba, amigos, letras…
Izquierda otra vez: una mesa de ajedrez del Club de ajedrez de La Plata, como si las fichas esperaran el enroque que salve al personaje más fuerte.
Derecha, izquierda, derecha: fotos, momentos, pasos con imágenes, cartas de amigos, títulos, pensamientos.
Cómo quién busca algo que aún no se ha descubierto paso cuadro a cuadro de uno a otro, sin mediación de ningún tipo de Rodolfo autor, a Rodolfo hombre, y mas que cualquier otro: a Rodolfo Hombre.
Ideas, más ideas.
Hay otras personas que dan vueltas por las imágenes, siempre es una duda qué piensa el otro, como cuando en el cine uno quisiera adivinar que piensa el que se ríe de un chiste a destiempo. Yo quisiera saber que piensa el que no leyó nunca a Walsh, qué piensa el que lo leyó en los diarios, qué piensa el que paso los 40 y fue contemporáneo, qué piensa el que lo leyó por obligación. Un ejemplar de cada una de esas especies está a mi lado en este espacio, y sin embargo no somos más que prójimos, ni siquiera próximos, no sé bien que buscan , pero miran como sin ver lo que dice cada frase escrita en las fotografías.
Sin más, sigo caminando y en última instancia ya no importa saber que piensan, sus caras dejan de causarme curiosidad pasan a causarme “nada”, eso mismo, “nada”, en cambio, adelante mío hay palabras mayores que hablan de la palabra de la muestra: Osvaldo Bayer en una descripción, y Mario Benedetti que en Casa de las Américas escribiera:

“Rodolfo Convirtió la realidad”

Y me atrevo a pensar que es cierto. Estos metros de realidad han sido un pedacito de espíritu de los setenta como dirían algunos, un pedazo argentino dirían otros por la historia reciente de nuestro país. Al igual que las caras de los que me rodean, ya no importa exactamente qué quisieron representar. Me voy con los bolsillos llenos y con una frase que seguirá conmigo:

“El pueblo aprendió que estaba solo
Y que debía pelear por el mismo
Y que de su propia entraña sacaría
Los medios, el silencio, la astucia y la fuerza.”

Dejo a Ese Hombre, pero qué daría por que su mano, su mano siga prendida a mi letra…

miércoles, 21 de mayo de 2008

Eloísa Cartonera




“No hay cuchillos sin rosas”

Novela biográfica

De paisajes incongruentes están formadas las ciudades, y Buenos Aires no es la excepción, la llave de las grandes puertas está disponible sólo para determinado grupo socialmente predispuesto, al menos eso reflejan las crónicas de vida que día tras día, nos muestran las postales argentinas.
Altos y lujosos edificios con carros cartoneros en el cordón de la vereda, las avenidas más caras con miles de personas que recogen cartón y residuos urbanos.
Incongruente y curiosa, también, fue para mí ver en una de las librerías más céntricas y grandes de la ciudad de Buenos Aires, unos libros llenos “de color y amor”, como decían en la primer página. Libros de cartón, no del cartón que se usa para las tapas de los libros convencionales, sino cartón del más común de nuestro imaginario, pintados con stencil y témpera, tratando de cubrir las señales que delataban su origen: enjuague Vivere, vino Toro, o fideos Matarazzo. Este sería el prólogo de una serie de capítulos, una serie de encuentros y una serie de dudas y preguntas.

Anoté la página Web, en ella miré el teléfono y decidí que sería mi próxima materia prima para escribir, para resumir Arte y transformación en un proyecto urbano y rioplatense.
Este ensamble argentino sería aún más surrealista en un barrio que no fuera La Boca, a metros de la Bombonera, ahí pacté con María mi primer encuentro.
María Gómez, un poco más de veinte años, seria, pero accesible, de pocas palabras. Como diría Washington Cucurto (alias de Santiago Vega, poeta, fundador y uno de los responsables de Eloísa cartonera) “…las mujeres son el motor de Eloísa…”, refiriéndose a María y otras mujeres que dieron color a su proyecto.
Forma parte del proyecto hace casi dos años, los actuales integrantes llegaron después y los antiguos integrantes visitan el lugar cada tanto, como si hubieran dejado parte de su obra en ese lugar, que fue suyo hasta hace algún tiempo.
- Yo como vos vine a hacer un trajo para la Facu. (Estudiaba comunicación social) conocí a Fernanda (se refiere a Fernanda Laguna quien se convirtió en la madrina del emprendimiento) y a Ramona (hoy alejada del lugar) y terminé enganchándome tanto que me quedé.
Ahí en Brandsen 647, en la primer visita, también estaban La Osa (Miriam), Alejandro y Juan.
La Osa, de mirada clara, grandota en cuerpo casi tanto, o tal vez un poco menos , que la ternura que desparramaría en cada frase, a pesar de sus 23 años que pasaron más de tres noches cartoneando hasta que devino en parte de la editorial “más colorinche del mundo”.
Alejandro, también de unos veintitantos, llegado hace poco de la V región chilena, con sentido de pertenencia latinoamericana, esa gente que, lejos de objetividades teóricas podemos decirle “linda persona”, cálido, entregado a su lugar de diseñador y pintalibros.
Juan, absorto en su trabajo, de poquísimas palabras y recién llegado de Colombia, hace un poco menos de dos años
Me fueron dando permiso para abrir su propio libro, sus propios capítulos, sus propios modos de novelas…

Novela realista

Argentina, crisis de 2001, caos financiero, caos económico, caos social. La factura de los años 90 llegó en tiempo y forma, venía a nombre de gran parte del país, en especial a nombre de los que intentaban producir algo, que eran bastante pocos, y cada vez menos.
Año 2003: Washington Cucurto y Javier Barilaro (artista plástico, actualmente alejado de Eloísa, pero es de los que vuelven a visitar) producían pequeños libros de cartulina ilustrados por Javier mismo, y escritos por Washington.
La mencionada crisis, devaluación y etcéteras conocidos, hizo que el precio del cartón y el papel en general aumentara un 300%, cosa que dejaba fuera del circuito productivo a más de tres ideas creativas.
La misma crisis hizo que en Buenos Aires se empezaran a ver, cada vez con mayor frecuencia y menos espanto de las señoras paquetas de las grandes avenidas, familias completas, jóvenes, no tan jóvenes y algunos niños o mujeres dedicados a juntar cartón. Nada lindo, nada fácil, nada optativo, viajar horas, y no en primera clase, desde el conurbano, hasta el centro de la ciudad para caminar, hasta quién sabe dónde y hasta quién sabe cuándo para llenar un carro de cartón, plástico o papeles e ir a venderlo luego a algún mayorista, actualmente a menos de cincuenta centavos el kilo.
Fue entonces cuando se juntaron dos hilos para empezar a tejer: una parte con ideas que necesitaban cartón para seguir su obra y otra parte que vendía (vende) su cartón a precio ínfimo.
Ese fue el primer paso de Eloísa Cartonera.
Actualmente la cooperativa en que se transformó Eloisa Cartonera compra el cartón limpio y de buena calidad a un peso con cincuenta centavos el kilo, y esa es la materia prima para las tapas de “amor y color”. Se complementa con stencil, témperas y mano de obra, claro.

El local dónde funciona la editorial artesanal es una ex verdulería que se llama “No hay cuchillos sin rosas” en pleno corazón de arrabal porteño.
Ya se han producido más de 100 obras, han dado varias vueltas al continente algunos de sus actuales o sus ex miembros y han hecho eco para que otras organizaciones se larguen a reutilizar cartón y color. Se larguen a producir obras,



María dice:
“…no es que nosotros hagamos tapas de libros con cartón porque los pobres sean lindos. Está bueno porque lo hacemos nosotros con los recursos que hay, porque son baratos y accesibles, por un montón de cuestiones que también tienen que ver con la realidad sociopolítica latinoamericana…”.

Novela social

Al principio eran libros mediante una fotocopiadora, proceso caro, pero que daba resultado, al menos a la escala que se trabajaba en 2004, y el tipo de libros cortos, generalmente de poesía que se editaban en ese momento.
Tiempo después la Embajada de Suiza donó una imprenta usada y a partir de ahí las ediciones crecieron en número y calidad… Ricardo Zelarayán, Dani Umpi, Fabián Casas, Daniel Link, Rodolfo Walsh, Alan Pauls, Mario Bellatin, César Aira, Gabriela Bejerman, además de creaciones primerizas al público de nuevos autores, o las ya clásicas de Washington Cucurto. También la novedad de obras editadas en inglés o alemán. Podemos decir que hay Eloisa para todos los gustos, novelas, poesías, relatos, cuentos, novela erótica, y hasta podemos hablar del Nuevo Sudaca Border…
Nos cuentan:
“Es un concurso que inventamos hace un par de años, llegaron más de 200 títulos y publicamos seis. El jurado era reimportante: estaban Ricardo Piglia, César Aira, algunos periodistas, nosotros. Además eso concordó con el Premio Clarín de Novela, comenzaba el mismo día y cerraba el mismo día.”
Haciendo un racconto, podríamos citar a las abuelas diciendo, “de las crisis de aprende”, y bueno…si no se aprende , se intenta, y si no se intenta por las buenas, se intentará mediante la viveza criolla… o la creatividad, como en este caso.
A María entre idas y vueltas que da mientras limpia el piso del local un sábado a la tarde, le pregunto, cómo se arreglan para la distribución de lo que hacen y la respuesta no es muy rebuscada, sabiendo que la lógica del pulmón abunda en este tipo de proyectos alternativos. La distribución no podía ser de otra manera: “A pulmón”, y lo que se gana se reparte… simple y preciso.
Pero sigamos…

Novela con final abierto…

La idea de los libritos de colores, sigue, se extiende, no como proyecto social nos aclarará la taxativa frase de Cucurto que desde un principio anuncia que es te puede ser un proyecto alternativo pero no social. Y lo reafirmarían cada uno de sus miembros.
Esta vez la idea es abrir las puertas de Eloisa a la comunidad, a quién quiera editar sus libros o crear sus propios diseños, pero eso será más adelante, por ahora hay algo más urgente y concreto: terminar su nuevo local en un terreno donado en Florencio Varela, donde podrán tener su propio lugar de creación, suena lejos, pero las ganas son más importantes, son lo que movieron las alas desde un principio y dieron sus frutos, hicieron un libro, un libro grande , no tan convencional pero interesante que da la mano a quien quiera sumarse. Una nueva novela mezcla de “Cumbiela” ( género cucurtiano) y Buenos Aires.

Humo, humo, humo

Que vengan los bomberos…

Existe desde antaño el cuento de Pedro y El Lobo, un niño que siempre mentía amenazando con la llegada de un lobo, cosa que no era cierto. Hasta que un día el lobo verdaderamente estaba por atacar a su rebaño, pero como siempre mentía la gente no atendió su pedido de socorro y al verse desesperado juró nunca más mentir. Hay diferentes versiones de ese cuento, pero la historia, básicamente es la de la mala utilización de las advertencias, que cuando verdaderamente deben ser usadas ya no sirven porque se han desperdiciado en ocasiones inapropiadas.
Hace unos días nuestra provincia, y otras limítrofes, hasta la República del Uruguay nos vimos invadidos de un humo pegajoso, denso, gris, producto de la quema de pastizales en la zona del delta bonaerense…

Leí en los diarios

Leí desde hace años en la prensa, también ví en los noticieros, escuché en la radio, sentí hablar en varios lados:
“…es que el río llegaba hasta la casa de gobierno, imagináte cuando la naturaleza quiera retomar su lugar y tape media ciudad, todos vamos a saber que es mas fuerte que el hombre, nadie va a poder decir nada porque en todo este tiempo nadie cuido el aire, ni el río, etc., etc., etc.…”
“Dice un informe de XX, ingeniero en YY, que la polución en Buenos Aires alcanza niveles comparables a los del DF mexicano, de continuar así serán necesarias políticas ambientales que reduzcan la emisión de gases XYZ de los automóviles. Los resultados de no aplicarse las mismas serían afecciones respiratorias… etc., etc., etc.…”
“El proyecto de ley que impulsa la creación de una comisión de vigilancia ecológica al bioma del pastizal de la zona delta y norte bonaerense, con vistas a la protección de la flora y fauna autóctona que en los últimos años resulta amenazada por los avances del monocultivo en la agricultura de la región… etc., etc., etc.…”
Leí, vi, escuché, sentí, sin nombrar clásicos de la nación como la limpieza del Riachuelo, ni la contaminación por el polo petroquímico de Dock Sud, ni las fábricas que tiran sus pestilentes residuos en el Río de la Plata, o sin viajar muy lejos para llegar a perlas como la caza de ballenas, la protección a la merluza, la quema de bosques patagónicos o serranos, entre otros temas recurrentes con los que haríamos un rosario tamaño mundial, que no sería pasaporte al cielo aunque media argentina rece de rodillas con el mismo entre sus manos.
Todos los temas con sus respectivas predicciones apocalípticas por si las dudas y algún día suceden ya estamos avisados. Y todos hablando de un potencial causante al que de tan claro nunca le avisaron que era responsable, o será porque lo tratan sin darle apellido, solo por el nombre: Todos.

Y a Pedro se le vino el lobo…

Tanto me avisaron que el mundo se incendiaría, que el jueves 17 de abril pasado, pensé que las predicciones del “canal amarillo”, no las hacía un cronista que exageraba informes sino alguien con el don de la profecía.
El jueves un poquito, el viernes muy, el sábado….el fuego se acercaba, cada vez más…
Y la prensa, los informes, los canales, los amigos comentando cuánto duraría, de dónde venía, hasta que una voz firme y tranquila hizo la pregunta certera y breve, casi como una verdad irremplazable y evidente:
¿De dónde venía el humo?...en última instancia… ¿qué era ese humo?
Por si había alguna duda a Inodoro Pereyra no se le quemó el asado. Ni el chino pirómano, tristemente célebre hace un par de años, había vuelto.
Se trataba de un desastre ecológico, la anunciada quema de pastizales del delta no precisaba más anuncios, estaba sucediendo. Como tantas veces en Argentina, los incendios que destruyen zonas ecológicas preciadas por uno u otro motivo, no comienzan con una chispa provocada por la sequía ni los rayos de sol mal reflejados en algún objeto. Empiezan por “alguién” que busca “algo”, y como suele suceder cuando estas cosas llegan a las mesas de información y a través de ellas al público, no se sabe qué atender primero, si pensar en quién hizo, en qué hacer, o en qué va a pasar. Tantas son las preguntas que casi no hay respuestas. Tal vez ni las haya, hasta dentro de mucho tiempo.
El humo y el olor invadieron las calles. A lo largo de los días que duró la humareda se suspendieron actividades: la terminal de ómnibus de Retiro, el aeroparque y el puerto, en un intento por prevenir accidentales fatales como los que ya ocurrían en otras zonas más cercanas a las islas del Delta, ante la falta de visibilidad.
El Ministerio de Salud de la ciudad informó que cerca de 300 personas fueron atendidas en los hospitales públicos por irritación ocular y por casos de afecciones respiratorias.
El humo incluso nos invadió y se nos metió en las entrañas porteñas, llegó al subte. La Línea C, por ejemplo, debió interrumpir su servicio durante un día. Muchas escuelas no dieron clases o impidieron la realización de actividades al aire libre.
Así como a Pedro con el lobo que ya lo tenía encima y recordó porque no lo ayudaban, nuestra sociedad parecía preocupada en no poder ventilar las habitaciones, en vez de pensar en que setenta mil hectáreas ya pasarían a ser un páramo inutilizable. Tantas veces pensamos en el mundo sin ballenas que esta vez nos quedábamos sin pastizales y no nos dábamos cuenta que no era una hipótesis. Estaba pasando. Pasó.
¿Y las políticas ambientales? Ya no había tiempo. Como dijo la secretaria de Medio Ambiente de la Nación, Romina Picolotti :
“Estos son incendios intencionales, para poder engordar mas rápido el ganado”, acusó. Y manifestó que “el objetivo final del gobierno en el combate del incendio es preservar la vida de las personas” (Perfil, 18/04/08)… y sí, la vida primero, el ecosistema, luego vemos…después de todo, ella también dijo:
“No podemos desplegar 300 aviones porque vamos a tener un accidente aéreo”(Perfil, 18/04/08)…la prevención es lo que vale, la prevención de los accidentes aéreos.
Luego vino un aluvión de demandas, muchas, a todos, acusando de todo.
Y quién piensa en la prevención, en los responsables, porque responsables hubo, de eso la mayoría que lo piense un poquito estará seguro: responsables hubo, responsables hay.

Pero Pedro ya tenía el lobo en casa, el humo ya estaba sobre la ciudad…y sólo nos quedaba rezar… rezar para que llueva rápido…y mucho, como los clanes animistas.

En otra ocasión hablamos de las probables catástrofes ecológicas, con esta por un tiempo alcanza. Las otras quién sabe cuándo pasarán. ¿Pasarán?.

jueves, 1 de mayo de 2008

La entrevista, finalmente...

Proyecto “Eloisa Cartonera, No hay dos tapas iguales”:

Brandsen al 600, República de La Boca, Buenos Aires.

Perfume de Color envasado envasado en Sténcil


Miércoles 2 de abril, tras conocer y contactarnos telefónicamente con los libros hechos con amor y color, decidimos conocerlos personalmente.
Somos Hernán, Beatriz, Yesica y yo, Lidia, esperando entrar al taller dónde se cocinan las obras. Esa imagen es la primera instantánea que recuerdo antes de encender el grabador.
Llegamos a Eloisa Cartonera a eso de las 3 y media, casi 4 de la tarde, ese es el tiempo. El lugar es pleno corazón del barrio de La Boca, a menos de media cuadra de la bombonera. Íbamos advertidos que nadie se sentaría a hablar, que podían respondernos, pero no parar.
Es el barrio de los conventillos más famosos de Buenos Aires y la fachada del lugar dónde tiene sede Eloisa Cartonera no difiere de ellos, colores y materiales que forman una apariencia singular, bien del barrio de Juanito Laguna. No se lo distingue en la cuadra salvo por unas mesas llenas de libros, a modo de mesa de feria artesanal, dónde uno no distingue bien que se vende hasta no tenerlo frente a los ojos.
Nos acercamos. Hay una persona delgada, morena, y con un acento que hasta un rato después no lograré reconocer su origen, y alguien más pero que en principio no nos habla.

- Hola, soy Lidia, acá funciona Eloisa Cartonera? Hablé con María hace un par de días somos de la Universidad de Quilmes.

- Si, es aquí, esto es Eloisa, pasa que María está dentro.

Cruzar el umbral es rodearse de olor, matices e imágenes, tinta, papel, cartón, Rubén Blades, José Larralde, fotos del Che, de Evo Morales y de Latinoamérica toda, como si en algún extraño perfume pudieran combinarse todas esas notas.
En la puerta quienes estaban eran: Alejandro, recién llegado de Chile, de la V región, hace dos meses y Juan, llegado de Colombia hace algo más de un año para estudiar en Argentina.
Dentro del local estaban María y La Osa (Miriam). María, la que más antigüedad tiene en el proyecto y Miriam, que se presenta como “La Osa”, una mujer que cuanto más nos dejé conocer de su vida, mayor capacidad de ternura nos mostraría esa tarde.
Cada uno de nosotros se avocaría a cada uno de estos anfitriones, aunque al escuchar la grabación será difícil descubrir dónde termina una voz y dónde empieza otra.
La calidez y el relato ameno de Alejandro, el cariño y la crudeza de la vida de La Osa, el trabajo imposible de detener de María que mientras nos saludaba, nos contaba alguna anécdota o indicaba algún título no dejaba en paz un escobillón, un trapo, una botella de lavandina, unas hojas, unas tarimas con cartones y todo lo que a su paso le sirviera para dar orden y brillo al mosaico de siglo XX que cubría el piso y las paredes coloridas combinadas con unos móviles-peces de cartón pintado a semejanza de un mar a contramano, que pasaba por nuestras cabezas.
Vuelvo a la puerta.
Me quedo con el testimonio de Juan, tímido, interviene poco, pero no deja de mover sus manos en ningún momento, entregado al stencil de las tapas de los libros que esa misma tarde estarán a la venta en el local de Brandsen al 600. Esa tal vez sería la primer impresión que recordaría de mi entrevistado, el movimiento incesante de sus manos sobre los libros terminados o en construcción.

- Batallas desde el desierto, comedieta LL, Palmeto, Caso Malarma, The pianist ¡cuántos títulos!, Esto sería como la mesa de liquidación de Eloisa… Contame un poco de vos… escuché adentro que llegaste desde Colombia…

- De Colombia hace 2 años.

- Ah... ¡bastante! Como escuché a Alejandro que llegó hace tan poquito, pensé que también llegaste hace pocos meses también. ¿De qué lugar de Colombia?

- De Bogotá.

- En nuestra universidad hay chicos de tu país estudiando, nos cuentan muchas cosas que extrañan, pero en las elecciones pesa más su carrera ¿vos también llegaste a estudiar?

- Si, una maestría en Psicología Educacional.

- En la UBA?

- Si. En ese momento parece que un silencio eterno se apodera de mi trabajo, los monosílabos desde chica me pusieron nerviosa, pero la curiosidad siempre gana a los destinos monosílabicos.
.
- ¿Venías trabajando en Educación en Colombia?

- Si, en psicología, soy psicólogo. En centros asistenciales, pero aquí no hago nada de eso.

- ¿y cómo llegaste a Eloisa?

- Buscando trabajo, luego me gustó y me quedé, hace bastante que empezó este proyecto, 5 años, yo estoy hace mucho menos, al poco tiempo que llegué ya quedé para trabajar aquí.

La sensación que me queda es que atienden nuestras preguntas, pero la entrega a su tarea es tal que no hay tiempo para sentarse a conversar, no hay tiempo para parar, como tantas veces repetiría María, y como entre risas descubría La Osa. Quiere decir, que ya veníamos con aviso de antemano.
Entonces mi misión esa tarde era buscar sus palabras, aunque no dejarán de mirar los libros, tenía que buscar sus palabras…

- ¿Quiénes son parte de Eloisa Cartonera?

- Hoy somos María, Alejandro, La Osa y yo, dirige Washington Cucurto, que ahora esta en Estados Unidos, dando charlas sobre este proyecto, sobre cooperativismo, y iniciativas parecidos en América Latina. Él tiene muchos libros, fíjate adentro que están la mayoría de los que nosotros editamos, bueno, los que quedaron, hace unos días cuando fue lo del 24 de marzo, en la plaza vendimos todas las estanterías.
Pasa mira lo que nos queda, hay un poco de todo, y estos que tengo acá en la puerta son ediciones viejas que las vendemos más baratas.

- Eso mismo, iba a preguntarte ¿Cómo se arreglan con la comercialización?

- Ahora estamos terminando, esto que ves aquí, es para una entrega que hay que hacer a la boutique del libro, en Palermo, y así hacemos. (Me lo cuenta con el tono de quién descubre un secreto). Algo dejamos en algunas librerías, también vendemos aquí, el barrio nos ayuda mucho, los turistas, a veces salen Alejandro y La Osa a buscar gringos. (Con la voz suave de quién relata una aventura). Y los traen a ver lo que hacemos, se van encantados, varios compran.
Después vendemos en la feria del libro, afuera, no en la feria misma.

En ese momento, como en una escena congelada, parecen agotarse las palabras, no más preguntas para Juan, no más respuestas para mí.
Vuelvo a entrar al local de las estanterías hasta el techo, y voy pensando en lo que ya sabía de Eloisa que se suma a lo que me contó Juan, más que con palabras, con ese movimiento constante de sus manos ese apuro por terminar más libros para no traicionar a los que luego completarán el ciclo de venta de Eloisa.
Ese ciclo que comienza pagando a los cartoneros mucho más que las monedas que dan los centros mayoristas dónde generalmente se vende ese tipo de basura urbana.
Aquí el cartón es más que basura, es materia prima, es insumo.
El cartón y los cartoneros son la primer etapa de un proceso que lleva a nada menos que las primeras ediciones de nuevos autores o la reimpresión a pulmón de obras de autores ya conocidos, también traducciones al alemán, o al inglés, y que finalmente serán el frasco de ese perfume de notas latinas con packaging pintado a témpera y stencil.