“No hay cuchillos sin rosas”
Novela biográfica
De paisajes incongruentes están formadas las ciudades, y Buenos Aires no es la excepción, la llave de las grandes puertas está disponible sólo para determinado grupo socialmente predispuesto, al menos eso reflejan las crónicas de vida que día tras día, nos muestran las postales argentinas.
Altos y lujosos edificios con carros cartoneros en el cordón de la vereda, las avenidas más caras con miles de personas que recogen cartón y residuos urbanos.
Incongruente y curiosa, también, fue para mí ver en una de las librerías más céntricas y grandes de la ciudad de Buenos Aires, unos libros llenos “de color y amor”, como decían en la primer página. Libros de cartón, no del cartón que se usa para las tapas de los libros convencionales, sino cartón del más común de nuestro imaginario, pintados con stencil y témpera, tratando de cubrir las señales que delataban su origen: enjuague Vivere, vino Toro, o fideos Matarazzo. Este sería el prólogo de una serie de capítulos, una serie de encuentros y una serie de dudas y preguntas.
Anoté la página Web, en ella miré el teléfono y decidí que sería mi próxima materia prima para escribir, para resumir Arte y transformación en un proyecto urbano y rioplatense.
Este ensamble argentino sería aún más surrealista en un barrio que no fuera La Boca, a metros de la Bombonera, ahí pacté con María mi primer encuentro.
María Gómez, un poco más de veinte años, seria, pero accesible, de pocas palabras. Como diría Washington Cucurto (alias de Santiago Vega, poeta, fundador y uno de los responsables de Eloísa cartonera) “…las mujeres son el motor de Eloísa…”, refiriéndose a María y otras mujeres que dieron color a su proyecto.
Forma parte del proyecto hace casi dos años, los actuales integrantes llegaron después y los antiguos integrantes visitan el lugar cada tanto, como si hubieran dejado parte de su obra en ese lugar, que fue suyo hasta hace algún tiempo.
- Yo como vos vine a hacer un trajo para la Facu. (Estudiaba comunicación social) conocí a Fernanda (se refiere a Fernanda Laguna quien se convirtió en la madrina del emprendimiento) y a Ramona (hoy alejada del lugar) y terminé enganchándome tanto que me quedé.
Ahí en Brandsen 647, en la primer visita, también estaban La Osa (Miriam), Alejandro y Juan.
La Osa, de mirada clara, grandota en cuerpo casi tanto, o tal vez un poco menos , que la ternura que desparramaría en cada frase, a pesar de sus 23 años que pasaron más de tres noches cartoneando hasta que devino en parte de la editorial “más colorinche del mundo”.
Alejandro, también de unos veintitantos, llegado hace poco de la V región chilena, con sentido de pertenencia latinoamericana, esa gente que, lejos de objetividades teóricas podemos decirle “linda persona”, cálido, entregado a su lugar de diseñador y pintalibros.
Juan, absorto en su trabajo, de poquísimas palabras y recién llegado de Colombia, hace un poco menos de dos años
Me fueron dando permiso para abrir su propio libro, sus propios capítulos, sus propios modos de novelas…
Novela realista
Argentina, crisis de 2001, caos financiero, caos económico, caos social. La factura de los años 90 llegó en tiempo y forma, venía a nombre de gran parte del país, en especial a nombre de los que intentaban producir algo, que eran bastante pocos, y cada vez menos.
Año 2003: Washington Cucurto y Javier Barilaro (artista plástico, actualmente alejado de Eloísa, pero es de los que vuelven a visitar) producían pequeños libros de cartulina ilustrados por Javier mismo, y escritos por Washington.
La mencionada crisis, devaluación y etcéteras conocidos, hizo que el precio del cartón y el papel en general aumentara un 300%, cosa que dejaba fuera del circuito productivo a más de tres ideas creativas.
La misma crisis hizo que en Buenos Aires se empezaran a ver, cada vez con mayor frecuencia y menos espanto de las señoras paquetas de las grandes avenidas, familias completas, jóvenes, no tan jóvenes y algunos niños o mujeres dedicados a juntar cartón. Nada lindo, nada fácil, nada optativo, viajar horas, y no en primera clase, desde el conurbano, hasta el centro de la ciudad para caminar, hasta quién sabe dónde y hasta quién sabe cuándo para llenar un carro de cartón, plástico o papeles e ir a venderlo luego a algún mayorista, actualmente a menos de cincuenta centavos el kilo.
Fue entonces cuando se juntaron dos hilos para empezar a tejer: una parte con ideas que necesitaban cartón para seguir su obra y otra parte que vendía (vende) su cartón a precio ínfimo.
Ese fue el primer paso de Eloísa Cartonera.
Actualmente la cooperativa en que se transformó Eloisa Cartonera compra el cartón limpio y de buena calidad a un peso con cincuenta centavos el kilo, y esa es la materia prima para las tapas de “amor y color”. Se complementa con stencil, témperas y mano de obra, claro.
El local dónde funciona la editorial artesanal es una ex verdulería que se llama “No hay cuchillos sin rosas” en pleno corazón de arrabal porteño.
Ya se han producido más de 100 obras, han dado varias vueltas al continente algunos de sus actuales o sus ex miembros y han hecho eco para que otras organizaciones se larguen a reutilizar cartón y color. Se larguen a producir obras,
María dice:
“…no es que nosotros hagamos tapas de libros con cartón porque los pobres sean lindos. Está bueno porque lo hacemos nosotros con los recursos que hay, porque son baratos y accesibles, por un montón de cuestiones que también tienen que ver con la realidad sociopolítica latinoamericana…”.
Novela social
Al principio eran libros mediante una fotocopiadora, proceso caro, pero que daba resultado, al menos a la escala que se trabajaba en 2004, y el tipo de libros cortos, generalmente de poesía que se editaban en ese momento.
Tiempo después la Embajada de Suiza donó una imprenta usada y a partir de ahí las ediciones crecieron en número y calidad… Ricardo Zelarayán, Dani Umpi, Fabián Casas, Daniel Link, Rodolfo Walsh, Alan Pauls, Mario Bellatin, César Aira, Gabriela Bejerman, además de creaciones primerizas al público de nuevos autores, o las ya clásicas de Washington Cucurto. También la novedad de obras editadas en inglés o alemán. Podemos decir que hay Eloisa para todos los gustos, novelas, poesías, relatos, cuentos, novela erótica, y hasta podemos hablar del Nuevo Sudaca Border…
Nos cuentan:
“Es un concurso que inventamos hace un par de años, llegaron más de 200 títulos y publicamos seis. El jurado era reimportante: estaban Ricardo Piglia, César Aira, algunos periodistas, nosotros. Además eso concordó con el Premio Clarín de Novela, comenzaba el mismo día y cerraba el mismo día.”
Haciendo un racconto, podríamos citar a las abuelas diciendo, “de las crisis de aprende”, y bueno…si no se aprende , se intenta, y si no se intenta por las buenas, se intentará mediante la viveza criolla… o la creatividad, como en este caso.
A María entre idas y vueltas que da mientras limpia el piso del local un sábado a la tarde, le pregunto, cómo se arreglan para la distribución de lo que hacen y la respuesta no es muy rebuscada, sabiendo que la lógica del pulmón abunda en este tipo de proyectos alternativos. La distribución no podía ser de otra manera: “A pulmón”, y lo que se gana se reparte… simple y preciso.
Pero sigamos…
Novela con final abierto…
La idea de los libritos de colores, sigue, se extiende, no como proyecto social nos aclarará la taxativa frase de Cucurto que desde un principio anuncia que es te puede ser un proyecto alternativo pero no social. Y lo reafirmarían cada uno de sus miembros.
Esta vez la idea es abrir las puertas de Eloisa a la comunidad, a quién quiera editar sus libros o crear sus propios diseños, pero eso será más adelante, por ahora hay algo más urgente y concreto: terminar su nuevo local en un terreno donado en Florencio Varela, donde podrán tener su propio lugar de creación, suena lejos, pero las ganas son más importantes, son lo que movieron las alas desde un principio y dieron sus frutos, hicieron un libro, un libro grande , no tan convencional pero interesante que da la mano a quien quiera sumarse. Una nueva novela mezcla de “Cumbiela” ( género cucurtiano) y Buenos Aires.
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