"... y así, después de caminar un rato, sabiendo que Odiseo era solo una posibilidad, Penélope recogió sus partes, se reconstruyó y decidió caminar.
Por intuición se sobrepuso a sus amantes, tal vez, presientíendolos como más equívocas posibilidades, y por el ojo de una aguja pasó tímida y segura...a cantar su propia letra, a escribir lo suyo y pintar sus colores..."

jueves, 22 de mayo de 2008

Reflexión sobre género Crónica

¡Y por fin llegó la crónica!
Exagerado, no?
Puede ser

Hasta aprendimos
A imitar haikus
En las crónicas

( aunque cuenten las sílabas, no llegan a ser haiku lo anterior) estaba esperando que llegue esta parte de la materia. Más que al bloque entrevista, aunque me gustó; más que relato, porque sé que me va a costar. Será tal vez porque me siento un poco más libre contando que preguntando, y es una tentación en las entrevistas “puras y duras” meter un poco de vuelta poética, al menos para mí y aunque no se deba.


Los textos me encantaron, volver a ver Ébano, darle la mano a Walsh, Caparrós para leer una situación más contemporánea, así como terminar el libro de Tomas. Cada uno a su estilo me muestra, me deja ver lo que ellos en ese momento vieron. Y eso me gusta mucho, Puedo estar de acuerdo o no, puedo decir quiero ser así o no. Pero la crónica en general, las buenas crónicas, me hacen acordar al buen cine, dónde uno no advierte la incómoda butaca hasta que un músculo indiscreto rezonga para acomodarnos nuevamente y seguir mirando.

Eso mismo, si tuviera que definir mi sensación al leer una buena crónica, es precisamente, la imagen que escribí antes: un género que me permite ver.
Hay paises que no conozco, y probablemente nunca conoceré, hay personas que seguramente nunca cruzaré o nunca entrevistaré, con muchísimas de ellas no comparto ni siquiera mi idioma , que amo, pero que no me alcanzaría para entrevistar a un centroafricano.

Algunas crónicas son como un pasaje a través del tiempo, puedo ir y venir de tal o cuál evento las veces que yo quiera.

Y como todo no es siempre color rosa, me costó lecturas y re-lecturas, escrituras y re-escrituras, armar una pobre crónica de mi autoría. No era tan fácil. No era nada fácil, porque al paso que más o menos había internalizado de la oralidad a la escritura en la entrevista, ahora tenía que agregarle la visualidad ( sirve como categoría?) es decir, a lo que tenía grabado y escrito tenía que sumarle lo que había visto, lo que tenía en cámara, todo el factor que quería contar pero que con el grabador de voz no alcanzaba.

Si es un híbrido como Amar Sanchez dice que lo llamaron algunos investigadores (“El relato de los hechos”, pg.14), que lo sea, no digo con esto que pierden valor otros modos y géneros, pero este tiene un sabor extra.

Y ahí empezó el camino nuevamente. Como en el bloque anterior, que acompañé mis palabras de la voz al papel, ahora tuve que hacer un cóctel de imágenes para volcarlas en la escritura y no lo pude evitar tropecé más de una vez. Y no lo pude evitar, me gustó. Creí que Ulibarri sería mi pequeño manual, pero no, lo leí y decidí ver qué salía, una vez terminado vería las correcciones de acuerdo a la bibliografía , pero no el revés, no quería pensar un molde y ver el material que tenía ajustado a ese modelo. Mejor que la misma escritura me permitiera pensar en que momento podía usar qué recurso de los que había visto.

Si el trabajo está bien hecho, no lo sé, no me alcanza lo que tengo para decirlo, eso mejor que lo juzgue la profesora, yo ya gané, me divertí con las palabras y eso va sin nota.

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