"... y así, después de caminar un rato, sabiendo que Odiseo era solo una posibilidad, Penélope recogió sus partes, se reconstruyó y decidió caminar.
Por intuición se sobrepuso a sus amantes, tal vez, presientíendolos como más equívocas posibilidades, y por el ojo de una aguja pasó tímida y segura...a cantar su propia letra, a escribir lo suyo y pintar sus colores..."

jueves, 1 de mayo de 2008

La entrevista, finalmente...

Proyecto “Eloisa Cartonera, No hay dos tapas iguales”:

Brandsen al 600, República de La Boca, Buenos Aires.

Perfume de Color envasado envasado en Sténcil


Miércoles 2 de abril, tras conocer y contactarnos telefónicamente con los libros hechos con amor y color, decidimos conocerlos personalmente.
Somos Hernán, Beatriz, Yesica y yo, Lidia, esperando entrar al taller dónde se cocinan las obras. Esa imagen es la primera instantánea que recuerdo antes de encender el grabador.
Llegamos a Eloisa Cartonera a eso de las 3 y media, casi 4 de la tarde, ese es el tiempo. El lugar es pleno corazón del barrio de La Boca, a menos de media cuadra de la bombonera. Íbamos advertidos que nadie se sentaría a hablar, que podían respondernos, pero no parar.
Es el barrio de los conventillos más famosos de Buenos Aires y la fachada del lugar dónde tiene sede Eloisa Cartonera no difiere de ellos, colores y materiales que forman una apariencia singular, bien del barrio de Juanito Laguna. No se lo distingue en la cuadra salvo por unas mesas llenas de libros, a modo de mesa de feria artesanal, dónde uno no distingue bien que se vende hasta no tenerlo frente a los ojos.
Nos acercamos. Hay una persona delgada, morena, y con un acento que hasta un rato después no lograré reconocer su origen, y alguien más pero que en principio no nos habla.

- Hola, soy Lidia, acá funciona Eloisa Cartonera? Hablé con María hace un par de días somos de la Universidad de Quilmes.

- Si, es aquí, esto es Eloisa, pasa que María está dentro.

Cruzar el umbral es rodearse de olor, matices e imágenes, tinta, papel, cartón, Rubén Blades, José Larralde, fotos del Che, de Evo Morales y de Latinoamérica toda, como si en algún extraño perfume pudieran combinarse todas esas notas.
En la puerta quienes estaban eran: Alejandro, recién llegado de Chile, de la V región, hace dos meses y Juan, llegado de Colombia hace algo más de un año para estudiar en Argentina.
Dentro del local estaban María y La Osa (Miriam). María, la que más antigüedad tiene en el proyecto y Miriam, que se presenta como “La Osa”, una mujer que cuanto más nos dejé conocer de su vida, mayor capacidad de ternura nos mostraría esa tarde.
Cada uno de nosotros se avocaría a cada uno de estos anfitriones, aunque al escuchar la grabación será difícil descubrir dónde termina una voz y dónde empieza otra.
La calidez y el relato ameno de Alejandro, el cariño y la crudeza de la vida de La Osa, el trabajo imposible de detener de María que mientras nos saludaba, nos contaba alguna anécdota o indicaba algún título no dejaba en paz un escobillón, un trapo, una botella de lavandina, unas hojas, unas tarimas con cartones y todo lo que a su paso le sirviera para dar orden y brillo al mosaico de siglo XX que cubría el piso y las paredes coloridas combinadas con unos móviles-peces de cartón pintado a semejanza de un mar a contramano, que pasaba por nuestras cabezas.
Vuelvo a la puerta.
Me quedo con el testimonio de Juan, tímido, interviene poco, pero no deja de mover sus manos en ningún momento, entregado al stencil de las tapas de los libros que esa misma tarde estarán a la venta en el local de Brandsen al 600. Esa tal vez sería la primer impresión que recordaría de mi entrevistado, el movimiento incesante de sus manos sobre los libros terminados o en construcción.

- Batallas desde el desierto, comedieta LL, Palmeto, Caso Malarma, The pianist ¡cuántos títulos!, Esto sería como la mesa de liquidación de Eloisa… Contame un poco de vos… escuché adentro que llegaste desde Colombia…

- De Colombia hace 2 años.

- Ah... ¡bastante! Como escuché a Alejandro que llegó hace tan poquito, pensé que también llegaste hace pocos meses también. ¿De qué lugar de Colombia?

- De Bogotá.

- En nuestra universidad hay chicos de tu país estudiando, nos cuentan muchas cosas que extrañan, pero en las elecciones pesa más su carrera ¿vos también llegaste a estudiar?

- Si, una maestría en Psicología Educacional.

- En la UBA?

- Si. En ese momento parece que un silencio eterno se apodera de mi trabajo, los monosílabos desde chica me pusieron nerviosa, pero la curiosidad siempre gana a los destinos monosílabicos.
.
- ¿Venías trabajando en Educación en Colombia?

- Si, en psicología, soy psicólogo. En centros asistenciales, pero aquí no hago nada de eso.

- ¿y cómo llegaste a Eloisa?

- Buscando trabajo, luego me gustó y me quedé, hace bastante que empezó este proyecto, 5 años, yo estoy hace mucho menos, al poco tiempo que llegué ya quedé para trabajar aquí.

La sensación que me queda es que atienden nuestras preguntas, pero la entrega a su tarea es tal que no hay tiempo para sentarse a conversar, no hay tiempo para parar, como tantas veces repetiría María, y como entre risas descubría La Osa. Quiere decir, que ya veníamos con aviso de antemano.
Entonces mi misión esa tarde era buscar sus palabras, aunque no dejarán de mirar los libros, tenía que buscar sus palabras…

- ¿Quiénes son parte de Eloisa Cartonera?

- Hoy somos María, Alejandro, La Osa y yo, dirige Washington Cucurto, que ahora esta en Estados Unidos, dando charlas sobre este proyecto, sobre cooperativismo, y iniciativas parecidos en América Latina. Él tiene muchos libros, fíjate adentro que están la mayoría de los que nosotros editamos, bueno, los que quedaron, hace unos días cuando fue lo del 24 de marzo, en la plaza vendimos todas las estanterías.
Pasa mira lo que nos queda, hay un poco de todo, y estos que tengo acá en la puerta son ediciones viejas que las vendemos más baratas.

- Eso mismo, iba a preguntarte ¿Cómo se arreglan con la comercialización?

- Ahora estamos terminando, esto que ves aquí, es para una entrega que hay que hacer a la boutique del libro, en Palermo, y así hacemos. (Me lo cuenta con el tono de quién descubre un secreto). Algo dejamos en algunas librerías, también vendemos aquí, el barrio nos ayuda mucho, los turistas, a veces salen Alejandro y La Osa a buscar gringos. (Con la voz suave de quién relata una aventura). Y los traen a ver lo que hacemos, se van encantados, varios compran.
Después vendemos en la feria del libro, afuera, no en la feria misma.

En ese momento, como en una escena congelada, parecen agotarse las palabras, no más preguntas para Juan, no más respuestas para mí.
Vuelvo a entrar al local de las estanterías hasta el techo, y voy pensando en lo que ya sabía de Eloisa que se suma a lo que me contó Juan, más que con palabras, con ese movimiento constante de sus manos ese apuro por terminar más libros para no traicionar a los que luego completarán el ciclo de venta de Eloisa.
Ese ciclo que comienza pagando a los cartoneros mucho más que las monedas que dan los centros mayoristas dónde generalmente se vende ese tipo de basura urbana.
Aquí el cartón es más que basura, es materia prima, es insumo.
El cartón y los cartoneros son la primer etapa de un proceso que lleva a nada menos que las primeras ediciones de nuevos autores o la reimpresión a pulmón de obras de autores ya conocidos, también traducciones al alemán, o al inglés, y que finalmente serán el frasco de ese perfume de notas latinas con packaging pintado a témpera y stencil.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A través de lo que describes he tenido la sensación de estar presente en un taller de edición artesanal de libros, donde, gracias a la iniciativa y trabajo de unas personal fielmente dedicadas a su trabajo, se convierte la basura (cartón desechado) en obras de arte.

Además he tenido la sensación de que quienes allí trabajan lo hacen con la intensidad de quienes no quieren fallar al resto... ¡ ojalá que ese proyecto les salga bien !, por lo que tu describes creo que se lo merecen.

Saludos y gracias por trasladar a los demás un paisaje tan bonito y tan cargado de compromisos.