"... y así, después de caminar un rato, sabiendo que Odiseo era solo una posibilidad, Penélope recogió sus partes, se reconstruyó y decidió caminar.
Por intuición se sobrepuso a sus amantes, tal vez, presientíendolos como más equívocas posibilidades, y por el ojo de una aguja pasó tímida y segura...a cantar su propia letra, a escribir lo suyo y pintar sus colores..."

jueves, 22 de mayo de 2008

La Sublimación de la palabra

De la mano de Ese Hombre

De la mano parece ser un símbolo de fuerza, en muchas partes de nuestro día a día vemos manos que demuestran unión, amistad, complicidad y sentimientos parecidos.
Decidí tomar la mano de Este Hombre para recorrer su propia vida, ya no la de los libros, la que leí en Operación Masacre o en algunos artículos que lo nombraban como centro de algún movimiento, sino la que estaba expuesta a mi paso, laberíntica, blanca, grande y verde, verde como el color que le quitó la vida.
Aunque siempre prefiero cuando se trata de personajes que me dan esperanza, hablar de su vida y no de su muerte, porque creo que la obra sobrevive a los autores, como una forma de suponer que la vida sobrevive aún tras la muerte.
A pie de la escalera que baja al ágora desde el primer piso de la Universidad entré al mundo Walsh, “La sublimación de la palabra” se llama la muestra.
A la derecha: sus lentes, como si miraran los pasos de los que le damos la mano.
Izquierda: las primeras gigantografías, su causa.
Derecha nuevamente: Cuba, amigos, letras…
Izquierda otra vez: una mesa de ajedrez del Club de ajedrez de La Plata, como si las fichas esperaran el enroque que salve al personaje más fuerte.
Derecha, izquierda, derecha: fotos, momentos, pasos con imágenes, cartas de amigos, títulos, pensamientos.
Cómo quién busca algo que aún no se ha descubierto paso cuadro a cuadro de uno a otro, sin mediación de ningún tipo de Rodolfo autor, a Rodolfo hombre, y mas que cualquier otro: a Rodolfo Hombre.
Ideas, más ideas.
Hay otras personas que dan vueltas por las imágenes, siempre es una duda qué piensa el otro, como cuando en el cine uno quisiera adivinar que piensa el que se ríe de un chiste a destiempo. Yo quisiera saber que piensa el que no leyó nunca a Walsh, qué piensa el que lo leyó en los diarios, qué piensa el que paso los 40 y fue contemporáneo, qué piensa el que lo leyó por obligación. Un ejemplar de cada una de esas especies está a mi lado en este espacio, y sin embargo no somos más que prójimos, ni siquiera próximos, no sé bien que buscan , pero miran como sin ver lo que dice cada frase escrita en las fotografías.
Sin más, sigo caminando y en última instancia ya no importa saber que piensan, sus caras dejan de causarme curiosidad pasan a causarme “nada”, eso mismo, “nada”, en cambio, adelante mío hay palabras mayores que hablan de la palabra de la muestra: Osvaldo Bayer en una descripción, y Mario Benedetti que en Casa de las Américas escribiera:

“Rodolfo Convirtió la realidad”

Y me atrevo a pensar que es cierto. Estos metros de realidad han sido un pedacito de espíritu de los setenta como dirían algunos, un pedazo argentino dirían otros por la historia reciente de nuestro país. Al igual que las caras de los que me rodean, ya no importa exactamente qué quisieron representar. Me voy con los bolsillos llenos y con una frase que seguirá conmigo:

“El pueblo aprendió que estaba solo
Y que debía pelear por el mismo
Y que de su propia entraña sacaría
Los medios, el silencio, la astucia y la fuerza.”

Dejo a Ese Hombre, pero qué daría por que su mano, su mano siga prendida a mi letra…

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