Que vengan los bomberos…
Existe desde antaño el cuento de Pedro y El Lobo, un niño que siempre mentía amenazando con la llegada de un lobo, cosa que no era cierto. Hasta que un día el lobo verdaderamente estaba por atacar a su rebaño, pero como siempre mentía la gente no atendió su pedido de socorro y al verse desesperado juró nunca más mentir. Hay diferentes versiones de ese cuento, pero la historia, básicamente es la de la mala utilización de las advertencias, que cuando verdaderamente deben ser usadas ya no sirven porque se han desperdiciado en ocasiones inapropiadas.
Hace unos días nuestra provincia, y otras limítrofes, hasta la República del Uruguay nos vimos invadidos de un humo pegajoso, denso, gris, producto de la quema de pastizales en la zona del delta bonaerense…
Leí en los diarios
Leí desde hace años en la prensa, también ví en los noticieros, escuché en la radio, sentí hablar en varios lados:
“…es que el río llegaba hasta la casa de gobierno, imagináte cuando la naturaleza quiera retomar su lugar y tape media ciudad, todos vamos a saber que es mas fuerte que el hombre, nadie va a poder decir nada porque en todo este tiempo nadie cuido el aire, ni el río, etc., etc., etc.…”
“Dice un informe de XX, ingeniero en YY, que la polución en Buenos Aires alcanza niveles comparables a los del DF mexicano, de continuar así serán necesarias políticas ambientales que reduzcan la emisión de gases XYZ de los automóviles. Los resultados de no aplicarse las mismas serían afecciones respiratorias… etc., etc., etc.…”
“El proyecto de ley que impulsa la creación de una comisión de vigilancia ecológica al bioma del pastizal de la zona delta y norte bonaerense, con vistas a la protección de la flora y fauna autóctona que en los últimos años resulta amenazada por los avances del monocultivo en la agricultura de la región… etc., etc., etc.…”
Leí, vi, escuché, sentí, sin nombrar clásicos de la nación como la limpieza del Riachuelo, ni la contaminación por el polo petroquímico de Dock Sud, ni las fábricas que tiran sus pestilentes residuos en el Río de la Plata, o sin viajar muy lejos para llegar a perlas como la caza de ballenas, la protección a la merluza, la quema de bosques patagónicos o serranos, entre otros temas recurrentes con los que haríamos un rosario tamaño mundial, que no sería pasaporte al cielo aunque media argentina rece de rodillas con el mismo entre sus manos.
Todos los temas con sus respectivas predicciones apocalípticas por si las dudas y algún día suceden ya estamos avisados. Y todos hablando de un potencial causante al que de tan claro nunca le avisaron que era responsable, o será porque lo tratan sin darle apellido, solo por el nombre: Todos.
Y a Pedro se le vino el lobo…
Tanto me avisaron que el mundo se incendiaría, que el jueves 17 de abril pasado, pensé que las predicciones del “canal amarillo”, no las hacía un cronista que exageraba informes sino alguien con el don de la profecía.
El jueves un poquito, el viernes muy, el sábado….el fuego se acercaba, cada vez más…
Y la prensa, los informes, los canales, los amigos comentando cuánto duraría, de dónde venía, hasta que una voz firme y tranquila hizo la pregunta certera y breve, casi como una verdad irremplazable y evidente:
¿De dónde venía el humo?...en última instancia… ¿qué era ese humo?
Por si había alguna duda a Inodoro Pereyra no se le quemó el asado. Ni el chino pirómano, tristemente célebre hace un par de años, había vuelto.
Se trataba de un desastre ecológico, la anunciada quema de pastizales del delta no precisaba más anuncios, estaba sucediendo. Como tantas veces en Argentina, los incendios que destruyen zonas ecológicas preciadas por uno u otro motivo, no comienzan con una chispa provocada por la sequía ni los rayos de sol mal reflejados en algún objeto. Empiezan por “alguién” que busca “algo”, y como suele suceder cuando estas cosas llegan a las mesas de información y a través de ellas al público, no se sabe qué atender primero, si pensar en quién hizo, en qué hacer, o en qué va a pasar. Tantas son las preguntas que casi no hay respuestas. Tal vez ni las haya, hasta dentro de mucho tiempo.
El humo y el olor invadieron las calles. A lo largo de los días que duró la humareda se suspendieron actividades: la terminal de ómnibus de Retiro, el aeroparque y el puerto, en un intento por prevenir accidentales fatales como los que ya ocurrían en otras zonas más cercanas a las islas del Delta, ante la falta de visibilidad.
El Ministerio de Salud de la ciudad informó que cerca de 300 personas fueron atendidas en los hospitales públicos por irritación ocular y por casos de afecciones respiratorias.
El humo incluso nos invadió y se nos metió en las entrañas porteñas, llegó al subte. La Línea C, por ejemplo, debió interrumpir su servicio durante un día. Muchas escuelas no dieron clases o impidieron la realización de actividades al aire libre.
Así como a Pedro con el lobo que ya lo tenía encima y recordó porque no lo ayudaban, nuestra sociedad parecía preocupada en no poder ventilar las habitaciones, en vez de pensar en que setenta mil hectáreas ya pasarían a ser un páramo inutilizable. Tantas veces pensamos en el mundo sin ballenas que esta vez nos quedábamos sin pastizales y no nos dábamos cuenta que no era una hipótesis. Estaba pasando. Pasó.
¿Y las políticas ambientales? Ya no había tiempo. Como dijo la secretaria de Medio Ambiente de la Nación, Romina Picolotti :
“Estos son incendios intencionales, para poder engordar mas rápido el ganado”, acusó. Y manifestó que “el objetivo final del gobierno en el combate del incendio es preservar la vida de las personas” (Perfil, 18/04/08)… y sí, la vida primero, el ecosistema, luego vemos…después de todo, ella también dijo:
“No podemos desplegar 300 aviones porque vamos a tener un accidente aéreo”(Perfil, 18/04/08)…la prevención es lo que vale, la prevención de los accidentes aéreos.
Luego vino un aluvión de demandas, muchas, a todos, acusando de todo.
Y quién piensa en la prevención, en los responsables, porque responsables hubo, de eso la mayoría que lo piense un poquito estará seguro: responsables hubo, responsables hay.
Existe desde antaño el cuento de Pedro y El Lobo, un niño que siempre mentía amenazando con la llegada de un lobo, cosa que no era cierto. Hasta que un día el lobo verdaderamente estaba por atacar a su rebaño, pero como siempre mentía la gente no atendió su pedido de socorro y al verse desesperado juró nunca más mentir. Hay diferentes versiones de ese cuento, pero la historia, básicamente es la de la mala utilización de las advertencias, que cuando verdaderamente deben ser usadas ya no sirven porque se han desperdiciado en ocasiones inapropiadas.
Hace unos días nuestra provincia, y otras limítrofes, hasta la República del Uruguay nos vimos invadidos de un humo pegajoso, denso, gris, producto de la quema de pastizales en la zona del delta bonaerense…
Leí en los diarios
Leí desde hace años en la prensa, también ví en los noticieros, escuché en la radio, sentí hablar en varios lados:
“…es que el río llegaba hasta la casa de gobierno, imagináte cuando la naturaleza quiera retomar su lugar y tape media ciudad, todos vamos a saber que es mas fuerte que el hombre, nadie va a poder decir nada porque en todo este tiempo nadie cuido el aire, ni el río, etc., etc., etc.…”
“Dice un informe de XX, ingeniero en YY, que la polución en Buenos Aires alcanza niveles comparables a los del DF mexicano, de continuar así serán necesarias políticas ambientales que reduzcan la emisión de gases XYZ de los automóviles. Los resultados de no aplicarse las mismas serían afecciones respiratorias… etc., etc., etc.…”
“El proyecto de ley que impulsa la creación de una comisión de vigilancia ecológica al bioma del pastizal de la zona delta y norte bonaerense, con vistas a la protección de la flora y fauna autóctona que en los últimos años resulta amenazada por los avances del monocultivo en la agricultura de la región… etc., etc., etc.…”
Leí, vi, escuché, sentí, sin nombrar clásicos de la nación como la limpieza del Riachuelo, ni la contaminación por el polo petroquímico de Dock Sud, ni las fábricas que tiran sus pestilentes residuos en el Río de la Plata, o sin viajar muy lejos para llegar a perlas como la caza de ballenas, la protección a la merluza, la quema de bosques patagónicos o serranos, entre otros temas recurrentes con los que haríamos un rosario tamaño mundial, que no sería pasaporte al cielo aunque media argentina rece de rodillas con el mismo entre sus manos.
Todos los temas con sus respectivas predicciones apocalípticas por si las dudas y algún día suceden ya estamos avisados. Y todos hablando de un potencial causante al que de tan claro nunca le avisaron que era responsable, o será porque lo tratan sin darle apellido, solo por el nombre: Todos.
Y a Pedro se le vino el lobo…
Tanto me avisaron que el mundo se incendiaría, que el jueves 17 de abril pasado, pensé que las predicciones del “canal amarillo”, no las hacía un cronista que exageraba informes sino alguien con el don de la profecía.
El jueves un poquito, el viernes muy, el sábado….el fuego se acercaba, cada vez más…
Y la prensa, los informes, los canales, los amigos comentando cuánto duraría, de dónde venía, hasta que una voz firme y tranquila hizo la pregunta certera y breve, casi como una verdad irremplazable y evidente:
¿De dónde venía el humo?...en última instancia… ¿qué era ese humo?
Por si había alguna duda a Inodoro Pereyra no se le quemó el asado. Ni el chino pirómano, tristemente célebre hace un par de años, había vuelto.
Se trataba de un desastre ecológico, la anunciada quema de pastizales del delta no precisaba más anuncios, estaba sucediendo. Como tantas veces en Argentina, los incendios que destruyen zonas ecológicas preciadas por uno u otro motivo, no comienzan con una chispa provocada por la sequía ni los rayos de sol mal reflejados en algún objeto. Empiezan por “alguién” que busca “algo”, y como suele suceder cuando estas cosas llegan a las mesas de información y a través de ellas al público, no se sabe qué atender primero, si pensar en quién hizo, en qué hacer, o en qué va a pasar. Tantas son las preguntas que casi no hay respuestas. Tal vez ni las haya, hasta dentro de mucho tiempo.
El humo y el olor invadieron las calles. A lo largo de los días que duró la humareda se suspendieron actividades: la terminal de ómnibus de Retiro, el aeroparque y el puerto, en un intento por prevenir accidentales fatales como los que ya ocurrían en otras zonas más cercanas a las islas del Delta, ante la falta de visibilidad.
El Ministerio de Salud de la ciudad informó que cerca de 300 personas fueron atendidas en los hospitales públicos por irritación ocular y por casos de afecciones respiratorias.
El humo incluso nos invadió y se nos metió en las entrañas porteñas, llegó al subte. La Línea C, por ejemplo, debió interrumpir su servicio durante un día. Muchas escuelas no dieron clases o impidieron la realización de actividades al aire libre.
Así como a Pedro con el lobo que ya lo tenía encima y recordó porque no lo ayudaban, nuestra sociedad parecía preocupada en no poder ventilar las habitaciones, en vez de pensar en que setenta mil hectáreas ya pasarían a ser un páramo inutilizable. Tantas veces pensamos en el mundo sin ballenas que esta vez nos quedábamos sin pastizales y no nos dábamos cuenta que no era una hipótesis. Estaba pasando. Pasó.
¿Y las políticas ambientales? Ya no había tiempo. Como dijo la secretaria de Medio Ambiente de la Nación, Romina Picolotti :
“Estos son incendios intencionales, para poder engordar mas rápido el ganado”, acusó. Y manifestó que “el objetivo final del gobierno en el combate del incendio es preservar la vida de las personas” (Perfil, 18/04/08)… y sí, la vida primero, el ecosistema, luego vemos…después de todo, ella también dijo:
“No podemos desplegar 300 aviones porque vamos a tener un accidente aéreo”(Perfil, 18/04/08)…la prevención es lo que vale, la prevención de los accidentes aéreos.
Luego vino un aluvión de demandas, muchas, a todos, acusando de todo.
Y quién piensa en la prevención, en los responsables, porque responsables hubo, de eso la mayoría que lo piense un poquito estará seguro: responsables hubo, responsables hay.
Pero Pedro ya tenía el lobo en casa, el humo ya estaba sobre la ciudad…y sólo nos quedaba rezar… rezar para que llueva rápido…y mucho, como los clanes animistas.
En otra ocasión hablamos de las probables catástrofes ecológicas, con esta por un tiempo alcanza. Las otras quién sabe cuándo pasarán. ¿Pasarán?.
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