"... y así, después de caminar un rato, sabiendo que Odiseo era solo una posibilidad, Penélope recogió sus partes, se reconstruyó y decidió caminar.
Por intuición se sobrepuso a sus amantes, tal vez, presientíendolos como más equívocas posibilidades, y por el ojo de una aguja pasó tímida y segura...a cantar su propia letra, a escribir lo suyo y pintar sus colores..."

domingo, 29 de junio de 2008

See you!

Gente !

Sólo un hasta luego y seguiré dejando mis cuestiones personales en www.mirimelazul.blogspot.com ,
mi blog de siempre
que últimamente está un poco abandonado,
los espero
si tienen ganas a dar una vuelta por ahí...
Nos cruzamos en la facu en cualquier momento.


Sean Felices...


y


¡Gracias... Totales!

viernes, 27 de junio de 2008

ENSAYO

Las huellas de las lecturas…

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído”.
Jorge Luis Borges.

Algunos autores dicen que la lectura es liberadora, otros que los libros tienen alas, además de las definiciones que los acercan a preservadora de la memoria colectiva o de la historia de los pueblos.


Yo digo que la lectura es un brote de ingeniería humana, crea puentes, genera obras.
En un relato sobre experiencia de lectura escribí hace un par de meses: “A los 7 años se construyen puentes, cada vez que veo a un chico nadar en un cuento hasta darle la mano a Hepaminondas, no dudo que hay puentes que la lectura regala a determinada edad y que difícilmente algún temporal podrá destruir a lo largo de toda su vida.”
Fue una frase espontánea, pero me enamoré de esa idea.

La memoria está conformada de experiencias, gratas y desagradables, que van haciendo huella en nuestra personalidad. La memoria también, si bien no es el único ingrediente, es fundamental en cualquier aprendizaje. No hay aprendizaje sin memoria, por mayor constructivismo pedagógico que defendamos. Nuestra memoria guarda hechos, por lo tanto extensivamente podemos afirmar que guarda nuestras lecturas. Que guarda, acomoda, elabora de alguna manera misteriosa y brillante lo que leemos desde la más tierna infancia.

Analizar el párrafo anterior implica tomar conciencia del impacto de las lecturas, y no tengo dudas que puede llegar a asustar a padres, maestros y bibliotecarios expresado tan directamente.

Pero sigo sosteniendo la lectura construye puentes, la memoria elabora esas ideas desprendidas y las reacomoda en acciones concientes o inconscientes posteriores que nos marcarán como lectores o productores de textos.

Eso no es cuestión menor: Lector y productor de textos. Es como decir consumidor y productor de algún extraño narcótico. Es como decir también, lo que nos hará portadores de una riqueza simbólica que nos hará parte del sistema social en que vivimos. Nos hará humanos.

Desde las antiguas tribus hasta los actuales lenguajes de los mensajes de texto. Como escritores hemos dejado huella, en diferentes portadores, de lo que la raza humana ha vivido. La necesidad de contar su vida llevó al hombre de las cavernas a dibujar su cacería. Los fenicios inventaron (el que se cree hasta ahora) el primer alfabeto, los persas, los árabes, los germanos, los mayas, los aztecas, los pueblos originarios, han dejado su huella escrita de una u otra manera, aún lo que conocemos como pueblos de tradición oral también se acercaron a la escritura para no perder su capital cultural con el tiempo.

En la oralidad descansa la inmediatez, en los relatos orales descansa el capital que generación tras generación perdura, pero que se salva invariablemente a través de la escritura. De la escritura como el eje de lo no inmediato, de lo que se guarda, de lo que es testimonio.

Y la lectura es la herramienta, no sólo desde su perspectiva en tanto código, de sistema arbitrario que comparte una comunidad determinada. Sino es la herramienta en tanto palabra que es interpretada, palabra que vive desde lo escrito en la interpretación del lector.

Vuelvo a retomar la idea de “ingeniería” el primer puente de lo escrito a lo interpretado. El segundo puente de lo interpretado a las huellas que dejará en nuestras acciones posteriores como portadores de ese capital simbólico re-armado en nuestra memoria y nuestra mente.

¿Existen los buenos y malos lectores? No lo sé.
Existen los lectores activos, y los que manejan el código sin más. Yo encuadro en los lectores activos a quienes llegan a un nivel de reflexión sobre su actividad lectora que los hace buscadores incansables y se llega a disfrutar de un libro de historia revisionista o de un comic que muestra la complejidad de la creación humana. Que muestra los puentes en toda su magnanimidad. Son los que llegan a un momento en que se hartan de leer y siempre cae a tiempo en sus manos el libro que vuelve a hacerlos creer en la fuerza de una buena historia.
Mucho cuidado con lo siguiente: están los lectores hiper-activos, esos sufren un prejuicio sobre los que no alcanzaron su nivel de volúmenes leídos y consideran analfabetos al resto. Ellos no entendieron que la lectura es liberadora, no carcelera que tortura a los que no creen en su poder. Ellos no entendieron que un nivel de conocimiento o formación superior obliga a estirar la mano, a dar la mano, no a cerrarla y usarla como puño.
Los lectores pasivos, en mi categorización solo compran, llevan, rescatan lo que no lleva tiempo leer, la lectura fácil, rápida, que hace de herramienta, que abre puertas desde el concepto más utilitario que se pueda imaginar. Una forma simple de amigarse con el idioma. Lo útil, y ¿acaso no es válido? Hay tantas estrategias de lectura posibles que es también válido leer para tener una agenda actualizada. Leer para saber si va a hacer frío. Leer los mails y suficiente por un par de días.


Un grupo en el que creo especialmente, son los lectores en construcción, los que se están formando. Todos de una forma u otra nos estamos formando, nunca hemos de considerarnos completamente llenos de aprendizajes y lecturas, eso sería bastante parecido a estar muertos en vida, en un modo más filosófico de pensar nuestros caminos como hombres y mujeres capaces de adquirir mayor conocimiento con el tiempo. Pero los niños, los que empiezan a descubrir cómo se agarra el lápiz, pocas veces reparamos en el costo intelectual y físico de llegar a pasar de la imprenta a la cursiva. Y es así, todos pasamos por eso, pero ya lo olvidamos. Hace un par de años decidí adquirir un idioma más, con una grafía diferente a la de mi lengua materna. Y fue cuando entendí las lágrimas de los que a los 6 años no entienden porque la L es tan fácil en imprenta y cuesta tanto escribirla en cursiva mayúscula. Lloran porque no les sale lo que pretendemos que escriban y lloran porque ahora entiendo que es difícil, muy difícil.

Implica un cambio, implica un esfuerzo intelectual, y físico, de micro-movimientos coordinados que hay que comprenderlos desde un mundo adulto que ya los internalizó y no se acuerda cómo.

En una conferencia, hace muchos años, cuando todavía no sabía que mis días pasarían a llenarse de una yo escritora en formación, hablaban de la lectura y la escritura como “El coraje de ir más allá de la individualidad”, y cuando la obra excede el diario íntimo… ¿acaso no es una muestra de coraje? El coraje que nos permite ser seres sociales, ser humanos que se leen y humanos que leen, como forma de matar el olvido. Aunque sea en las huellas de una caja escrita, de una novela, de la Biblia o del Corán, burlamos el olvido con la lectura y construimos puentes de un lugar a otro. De humano a humano y de pasado a futuro.



Reflexión sobre género Narración


A los pocos años de vida escuchamos un relato, de una historia cualquiera, de la madre, de la abuela, de la maestra en el jardín. Y así seguimos por la vida, con la seguridad, conciente o inconciente de vivir rodeados de relatos, rodeados de narraciones, de historias.
Luego la escuela nos va a enseñar que hay análisis de obras, de autores, de estructuras y toda una serie de cuestiones que si no seguimos en el tema de la reflexión sobre las prácticas del lenguaje es altamente probable que algunas las olvidemos. Pero la esencia de las buenas obras no la onvidaremos tan facilmente, eso forma casi sin escalas nuestri capital cultural y por ende, muchas veces los relatos pasan a ser capital cultural de un lugar, o de una nación.
Ya más crecidos, si tenemos la posibilidad de viajar fuera de nuestra cultura de origen, veremos que no hay país sin relato, no hay nación sin historias que pasen de generación en generación por lejos que este pueblo se encuentre. Son sentido y enseñanza de muchas prácticas que se realizan con infinidad de cargas simbólicas.
Como escritores la historia es otra. En mi caso particular me cuesta muchísimo dejar la primera persona o la realidad, de lo que veo, el apoyo en algo visible que contar para dejarme llevar por la ficción o por un relato que olvide tiempo y espacio reales. Me da cierto vértigo que recién después de algunas prácticas y varias hojas a la basura puedo decir que empiezo muy pero muy despacio a superar( justo cuando termina el bloque narración). Saber cuando termina una historia, cuando se atraviesam lugares comunes, cuando se abunda en detalles y cuando queda una historia inentendible y uno empieza a precisar un amigo / compañero que a los gritos indique que largue los calificativos y aporte algún ingrediente interesante al intento narrativo.
Adoro escribir, de eso estoy segura, pero más segura estoy de los autores que he leido y me han aportado un respeto más que gigante al género. Eso hace que no pueda evitar decir que mis escritos son absurdos, que ame lo que he leido tanto como para no animarme a meterme en un terreno que mis autores favoritos han explorado de tan maravillosa manera.
Aunque la aventura de escribir es una tentación.
Probé.
Me gustó.Espero seguir, aunque me cueste.

Mi ensayo

Intenté planificar mi ensayo, su tema , su registro y sus etcéteras desde muchas perspectivas.
Lo hice.
Confieso no haber cumplido con nada de lo previsto. Si pensé escribir en un lenguaje más o menos académico, no lo hice. Si pensé en hablar de mis experiencias, lo hice muy poco. Si pensé en usar autores que también ví en el profesorado, no me gustó como quedaban. Pensé en hacer algo interesante, eso lo dirán ustedes.
Mi ensayo aborda las huellas de las experiencias de lectura previas, y como vamos revelándolas mientras nos intentamos conformar como escritores.
Haré un primer recorte en las muestras de mis producciones, en relación al taller de escritura.
Un segundo recorte en la extensión y en el evitar las decripciones que distraigan al eje principal.
la bibliografia es variada, traté de abordar mis autores preferidos ya que fue transformandose en un texto con un tono muy subjetivo, y me lo permití feliz de la vida.
Los invito a leer-me.

jueves, 26 de junio de 2008

Relato de una imagen OniRÍcA...



Pre-Aviso
El tiempo corre tan rápido como una se lo propone, es excusa, es defensa, es escenario o ultima fila,
El lugar varía pero las historias son las mismas, dan cuenta que el escenario no define un buen libreto.
Esa feria parecía más un mercado persa de mediados del siglo XX que la misma calle que transita cada mañana, quinto piso, escritorio de la izquierda.
Ese domingo rutinario, denso, soleado, alegre para el resto, paseó el perro dió tantas vueltas como pudo para encontrar algo nuevo de ese pedazo de mundo, tan suyo, tan de cualquiera. Algo raro venía pasándole esos días como un triste final de una novela de la que solo leyó un par de capítulos.
Siempre desde chico había fantaseado con la ilusión de saber todo de todos, de todas las maneras posibles, así había desarrollado cierta facilidad para descubrir las mentiras y pérdidas. Desde chico, cuando descubrió que no existían los reyes. De adolescente cuando supo que ya no valía la pena luchar por Natalia, esa suerte de femme fatal con uniforme de escuela, que aun hoy duda si alguna vez supo cuántas hormonas le revolucionaba. Y de adulto cuando dejó a su mujer porque simplemente supo que ya no la amaba.
Aun así, esta vez no sabía bien que pasaba, si la vida, si las cosas, si el país, si lo que sea…
Y como en las casualidades el diablo siempre mete la cola, estaba ella, envuelta en tantos trapos como olor a sahumerios tenía encima, y sus cartas y su magia, y su ropa y sus olores…y sus cartas….
Era una mesa de tarot en un puesto callejero de la feria más concurrida de toda la ciudad. Ella tan misteriosa como el mazo que llevaba y traía con la mano izquierda, mientras la derecha lo invitaba a sentarse.
Mover con la mano, extenderlas en la mesa y él siguió las instrucciones con la obediencia de un buen perro de raza.
Ella le ordenó que preguntara, y su ansiedad aumentaba.
Ella le ordenó que preguntara, él se alegró que su amante no estuviera con otro. Que su hijo no anduviera en algo “raro” y que le quedara poco tiempo de vida. No llego a entender, hasta que fueron cayendo una a una las palabras del oráculo, como pesadas gotas de la primer lluvia de invierno, poco-tiempo-de-vida, pocos días, pocas horas, en definitiva, poco tiempo. A él que había fantaseado con la ilusión de saber todo de todos, de todas las maneras posibles, que había desarrollado cierta facilidad para descubrir las mentiras y pérdidas.
¿Opciones?, pocas.
Hundirse en el peor de los silencios, depresión, alcohol, noche.
O vivir la vida de un trago, sin perder ni un segundo, tomar todo el aire en sus pulmones e ir exhalando de a poco para estirar cada segundo de vida. Hasta que llegue ese último.
Dejar que la vida se vaya o quitársela, después de todo nunca había permitido que nadie le ganara de mano en las decisiones, el decidió dejar. Dejar de amar, dejar de salir, dejar de vivir. La fecha era el 8, el 8 del 8, ese día él decidiría irse antes de ser echado de su propio cuerpo. Y pensó, pensó cada detalle, cada paso, cada suspiro, cada centímetro de aire que usaría ese día, después de todo no siempre se reciben ultimátum para quitarse el peso de una vida sobre los hombros que ya más de 40 años había resistido.
El arma lucía bella, más que las mujeres que habían pasado por su almohada, más que los cigarros que lo acompañaban en la biblioteca, más que su preferido whisky etiqueta azul. Brillante como los ojos de su cantante favorita de jazz, ese estilo viejo, negro, under y desafiante que tanto le sugería, en las noches que ya no le quedaba nada en que pensar, ni nadie con quien dormir.
En planes pasaron los días, sus últimos días.
8 de agosto, mañana.
8 de agosto, tarde.
8 de agosto, noche.
10 de la noche, 11 de la noche , el límite de las 11:59 estaba cerca, había tenido el privilegio de elegir los minutos en que le ganaría al destino mismo su propio final. Muerto por su propio pulso y no por los caprichos que la vida elegía, él estaba avisado, las cartas eran la señal que afirmaba sus intuiciones. Y qué mejor confirmación que la de los arcanos. Era así. Inevitable pero el ganaría. Pensó cada detalle todo ese día. Lo volvería a hacer, ya está cerca.
Su habitación, la que había visto tantas caras, tantos abrazos, tantos abrazos urgentes y hasta alguno con afecto que no se animó a devolver, que su cobardía no le dejó devolver. La pintura roída en las esquinas, los placards altos de buena madera, como él.
Miró y pensó su cara en el espejo, le pasaba, lo mismo que a veces, no lograba reconocerse, no lograba verse, pasando más allá de los ojos verdes de su padre que los tenía ahí mismo a cada costado de su nariz, sus labios grandes como los de su madre, pero estos ya se habían olvidado de confesar palabras de cuna, solo escupían números de oficina.
Tal vez sus hijos lo llorarían, pero solo un poco, queda mal ser insensibles y después de todo nadie les había enseñado a mostrar lo que sentían, probablemente porque esos otros tampoco lo sabían y la ignorancia exime de culpas. Él lo sabía bien.
Y su perro encerrado en la cocina, no quería que su fiel pareja de desayuno viera su llorón final. Las 12 era el tiempo límite, no había duda confirmado por la alianza intuición y arcanos su final era 8, no llegaría al día 9. El día 9 haría caer sus expectativas de muerte con pre-aviso.
Miró nuevamente su habitación, su piel, su arma, su mano… su reloj.
Su reloj, exactamente las 12: 01…era el día 9 y estaba vivo, vivo pero diferente era la primera vez que se había visto.
Se había mirado.
Se había reconocido como el fiel cobarde que se asustó de pensar que la vida podía ganarle, a él. A él que nadie le había ganado. Sólo esto no tenía previsto. Que la muerte no avisa. Sólo juega, juega a escondidas con la vida para que los cobardes aprendan a verse.

Relato de un espacio...

En un libro leí hace años que los lugares que habitamos son casas y no se transforman en hogares hasta que el paso del tiempo las haga escenario de suficientes nacimientos y muertes, de lágrimas, risas e historias de las personas que por ella pasen.
Yo debía tener unos 4 o 5 años en la foto de esa época que guardo.
Una casa grande, muy grande, característica que pude corroborar mucho tiempo después en otras condiciones cuando mi nariz superó por fin la altura de la mesa del comedor. Luego supe que también era moderna para la época que se construyó.
Si ajusto mi zoom de la memoria empiezo a ver los colores de la escena. Y es una cocina, la cocina de una casa grande. Una mesada fuerte, blanca amarillenta y para mí altísima. Paredes blancas, que contrastaban con el casi negro manchado del granito del piso.
La luz como en todas las casas de abuelas dignas de cuentos, entraba en grandes cantidades por la ventana que ocupaba casi toda una pared, debajo la cocina a leña y la cocina a gas, ambas en uso. Como un matrimonio entre añejo y modernidad.
Mi abuela y yo como la única imagen que conservo de esa casa, de esa cocina, casi la única de mi abuela.
El pueblo, con esa forma de llamar a los lugares chicos que heredamos de las tribus de cemento que habitamos, me gustaba, pero la ausencia de mis abuelos, de mi papá y el tiempo hicieron que esa imagen se congele.
Se congele por casi 20 años, cuando decidí en esas decisiones de verano, volver “ al pueblo”, esta vez sola, cargada de curiosidad, llevada por las ganas de encontrarme y ver si las fotos de la memoria alcanzaban un mejor grado de ajuste.
El viaje fue corto, incomodo, porque el único micro que entra por día, pasa por miles (así parecían) de pueblitos intermedios.
La única avenida que va de la ruta al arroyo. El club de golf, la Sociedad Rural, el Club Social, el Club del Pueblo (la gente sabe a qué club pertenece aun antes de nacer), la plaza custodiada por la iglesia, la escuela, la municipalidad y la comisaría. Como broche, la terminal de micros. Bajé con poco equipaje, tenía más para llevarme que para dejar en es lugar. Me recibieron algunos primos que ya el tiempo me había sacado algunos detalles de sus caras.
La casa ya no era más de mi familia, hacía años que mi padre y sus hermanos la habían vendido.
La curiosidad es bendición… y a veces castigo. Cuando la curiosidad no deja vivir es castigo. Fui con ganas de encontrar mi libro de familia, y esa cuadra, esa casa, esa mesada y esa ventana tenían algo que yo necesitaba asegurarme que siguiera vivo.
Aunque ya no estén los actores las tablas siguen estando.
Salí del atosigamiento de familia re-conocida. La vuelta del perro los domingos es un clásico del interior. La vuelta del perro por la puerta de la casa donde se crió mi padre era un clásico con resultado cantado para mí. Y ahí fui.
La puerta estaba abierta. Las casas de pueblo suelen estar siempre abiertas.
Una señora, una adolescente, un chico de algunos más años que yo.
Salude con la mano, me saludaron, con la mano.
Sonreí, me sonrió la señora y con efecto contagioso, el muchacho.
Crucé la calle, me dieron la mano. Me preguntaron quién era, me quedó la sensación de que en los pueblos uno deja de ser María, Miriam, Lidia, o Ana para pasar a ser, la sobrina de…, la nieta de…, la prima de…, para justificar la llegada a la patria chica. Me presenté:
- Soy la nieta de…, la sobrina de…, la hija de…, y siempre me acuerdo de esta casa.- Agregué, tratando de no hacer visible las ganas de meter la nariz que tenía.
No fue necesario la misma mujer que me recibió me preguntó si yo había estado antes ahí en su casa. Respondí que mi foto mental más querida era en SU cocina. Su cocina que ya había sido mía cuando no sabía que tardaría tantos años en volver.
Me dijo que era una casa fuerte, que había sido la mejor del pueblo, ella había nacido ahí cerca, se fue y volvió cuando ya tenía sus hijos y mi familia la estaba vendiendo. Trató de no cambiar nada, o muy poco. Esto me lo contó en los escasos 10 metros que separaban la entrada de la cocina, pasando por un pasillo adornado y tratando de no dejar pasar detalle de los vestidores, la pieza que había visto nacer a la generación anterior a la mía.
Y finalmente el escenario mayor, la cocina. Esta vez la veía inmensa, no porque mi nariz no superara la mesa del comedor, sino porque con los recuerdos y los pasos de años y de personas las casas cobran otra dimensión, la dimensión de hogares.
Y parece mentira que este apunte de espacio, lo esté escribiendo parada en el mismo granito negro que me tuvo hace 20 años, con el pelo más largo, la estatura más breve, las ausencias impredecibles y la misma luz por la ventana. Eso igual, la luz saludando como un gesto que la infancia enviara para ver pasar a las casas, que de vidas y muertes, encuentros y despedidas se van transformando en hogares.

viernes, 13 de junio de 2008

BlOquE NaRraCióN

Nota de Lector
Un día perfecto para el pez banana - J.D.Salinger –

Las huellas de la guerra se narraron en diferentes autores y épocas de diferentes maneras en el caso de Salinger con este relato cuenta cómo Seymour Glass continúa la vida, gasta que el final nos muestra precisamente lo contrario.
Me pareció un relato “misterioso”, donde se pueden esperar variedad de finales, si bien hay cierto indicio de su estado anímico en la introducción con la charla telefónica de Muriel, hasta que nos sorprende un descenlace poco esperado dado el registro que venía haciendo el autor de los hechos en el día de playa con las historias de los peces bananas y Sibyl en la playa.
Nota de Lector
Fotos-Rodolfo Walsh


Rodolfo Walsh en cuentos, una mezcla de pasos de historia argentina, donde hay frases y párrafos que son citas históricas, una mezcla de estilos: cartas, diálogos, semi poemas, rimas, mezcla de perspectivas de diferentes personajes, una historia que me encantó desde tantos puntos de vista.
El uso de tantos tipos textuales que me encantó leerlos, es como leer una historia en tantos formatos como puede permitir el género.