"... y así, después de caminar un rato, sabiendo que Odiseo era solo una posibilidad, Penélope recogió sus partes, se reconstruyó y decidió caminar.
Por intuición se sobrepuso a sus amantes, tal vez, presientíendolos como más equívocas posibilidades, y por el ojo de una aguja pasó tímida y segura...a cantar su propia letra, a escribir lo suyo y pintar sus colores..."

viernes, 27 de junio de 2008

ENSAYO

Las huellas de las lecturas…

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído”.
Jorge Luis Borges.

Algunos autores dicen que la lectura es liberadora, otros que los libros tienen alas, además de las definiciones que los acercan a preservadora de la memoria colectiva o de la historia de los pueblos.


Yo digo que la lectura es un brote de ingeniería humana, crea puentes, genera obras.
En un relato sobre experiencia de lectura escribí hace un par de meses: “A los 7 años se construyen puentes, cada vez que veo a un chico nadar en un cuento hasta darle la mano a Hepaminondas, no dudo que hay puentes que la lectura regala a determinada edad y que difícilmente algún temporal podrá destruir a lo largo de toda su vida.”
Fue una frase espontánea, pero me enamoré de esa idea.

La memoria está conformada de experiencias, gratas y desagradables, que van haciendo huella en nuestra personalidad. La memoria también, si bien no es el único ingrediente, es fundamental en cualquier aprendizaje. No hay aprendizaje sin memoria, por mayor constructivismo pedagógico que defendamos. Nuestra memoria guarda hechos, por lo tanto extensivamente podemos afirmar que guarda nuestras lecturas. Que guarda, acomoda, elabora de alguna manera misteriosa y brillante lo que leemos desde la más tierna infancia.

Analizar el párrafo anterior implica tomar conciencia del impacto de las lecturas, y no tengo dudas que puede llegar a asustar a padres, maestros y bibliotecarios expresado tan directamente.

Pero sigo sosteniendo la lectura construye puentes, la memoria elabora esas ideas desprendidas y las reacomoda en acciones concientes o inconscientes posteriores que nos marcarán como lectores o productores de textos.

Eso no es cuestión menor: Lector y productor de textos. Es como decir consumidor y productor de algún extraño narcótico. Es como decir también, lo que nos hará portadores de una riqueza simbólica que nos hará parte del sistema social en que vivimos. Nos hará humanos.

Desde las antiguas tribus hasta los actuales lenguajes de los mensajes de texto. Como escritores hemos dejado huella, en diferentes portadores, de lo que la raza humana ha vivido. La necesidad de contar su vida llevó al hombre de las cavernas a dibujar su cacería. Los fenicios inventaron (el que se cree hasta ahora) el primer alfabeto, los persas, los árabes, los germanos, los mayas, los aztecas, los pueblos originarios, han dejado su huella escrita de una u otra manera, aún lo que conocemos como pueblos de tradición oral también se acercaron a la escritura para no perder su capital cultural con el tiempo.

En la oralidad descansa la inmediatez, en los relatos orales descansa el capital que generación tras generación perdura, pero que se salva invariablemente a través de la escritura. De la escritura como el eje de lo no inmediato, de lo que se guarda, de lo que es testimonio.

Y la lectura es la herramienta, no sólo desde su perspectiva en tanto código, de sistema arbitrario que comparte una comunidad determinada. Sino es la herramienta en tanto palabra que es interpretada, palabra que vive desde lo escrito en la interpretación del lector.

Vuelvo a retomar la idea de “ingeniería” el primer puente de lo escrito a lo interpretado. El segundo puente de lo interpretado a las huellas que dejará en nuestras acciones posteriores como portadores de ese capital simbólico re-armado en nuestra memoria y nuestra mente.

¿Existen los buenos y malos lectores? No lo sé.
Existen los lectores activos, y los que manejan el código sin más. Yo encuadro en los lectores activos a quienes llegan a un nivel de reflexión sobre su actividad lectora que los hace buscadores incansables y se llega a disfrutar de un libro de historia revisionista o de un comic que muestra la complejidad de la creación humana. Que muestra los puentes en toda su magnanimidad. Son los que llegan a un momento en que se hartan de leer y siempre cae a tiempo en sus manos el libro que vuelve a hacerlos creer en la fuerza de una buena historia.
Mucho cuidado con lo siguiente: están los lectores hiper-activos, esos sufren un prejuicio sobre los que no alcanzaron su nivel de volúmenes leídos y consideran analfabetos al resto. Ellos no entendieron que la lectura es liberadora, no carcelera que tortura a los que no creen en su poder. Ellos no entendieron que un nivel de conocimiento o formación superior obliga a estirar la mano, a dar la mano, no a cerrarla y usarla como puño.
Los lectores pasivos, en mi categorización solo compran, llevan, rescatan lo que no lleva tiempo leer, la lectura fácil, rápida, que hace de herramienta, que abre puertas desde el concepto más utilitario que se pueda imaginar. Una forma simple de amigarse con el idioma. Lo útil, y ¿acaso no es válido? Hay tantas estrategias de lectura posibles que es también válido leer para tener una agenda actualizada. Leer para saber si va a hacer frío. Leer los mails y suficiente por un par de días.


Un grupo en el que creo especialmente, son los lectores en construcción, los que se están formando. Todos de una forma u otra nos estamos formando, nunca hemos de considerarnos completamente llenos de aprendizajes y lecturas, eso sería bastante parecido a estar muertos en vida, en un modo más filosófico de pensar nuestros caminos como hombres y mujeres capaces de adquirir mayor conocimiento con el tiempo. Pero los niños, los que empiezan a descubrir cómo se agarra el lápiz, pocas veces reparamos en el costo intelectual y físico de llegar a pasar de la imprenta a la cursiva. Y es así, todos pasamos por eso, pero ya lo olvidamos. Hace un par de años decidí adquirir un idioma más, con una grafía diferente a la de mi lengua materna. Y fue cuando entendí las lágrimas de los que a los 6 años no entienden porque la L es tan fácil en imprenta y cuesta tanto escribirla en cursiva mayúscula. Lloran porque no les sale lo que pretendemos que escriban y lloran porque ahora entiendo que es difícil, muy difícil.

Implica un cambio, implica un esfuerzo intelectual, y físico, de micro-movimientos coordinados que hay que comprenderlos desde un mundo adulto que ya los internalizó y no se acuerda cómo.

En una conferencia, hace muchos años, cuando todavía no sabía que mis días pasarían a llenarse de una yo escritora en formación, hablaban de la lectura y la escritura como “El coraje de ir más allá de la individualidad”, y cuando la obra excede el diario íntimo… ¿acaso no es una muestra de coraje? El coraje que nos permite ser seres sociales, ser humanos que se leen y humanos que leen, como forma de matar el olvido. Aunque sea en las huellas de una caja escrita, de una novela, de la Biblia o del Corán, burlamos el olvido con la lectura y construimos puentes de un lugar a otro. De humano a humano y de pasado a futuro.



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