"... y así, después de caminar un rato, sabiendo que Odiseo era solo una posibilidad, Penélope recogió sus partes, se reconstruyó y decidió caminar.
Por intuición se sobrepuso a sus amantes, tal vez, presientíendolos como más equívocas posibilidades, y por el ojo de una aguja pasó tímida y segura...a cantar su propia letra, a escribir lo suyo y pintar sus colores..."

domingo, 29 de junio de 2008

See you!

Gente !

Sólo un hasta luego y seguiré dejando mis cuestiones personales en www.mirimelazul.blogspot.com ,
mi blog de siempre
que últimamente está un poco abandonado,
los espero
si tienen ganas a dar una vuelta por ahí...
Nos cruzamos en la facu en cualquier momento.


Sean Felices...


y


¡Gracias... Totales!

viernes, 27 de junio de 2008

ENSAYO

Las huellas de las lecturas…

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído”.
Jorge Luis Borges.

Algunos autores dicen que la lectura es liberadora, otros que los libros tienen alas, además de las definiciones que los acercan a preservadora de la memoria colectiva o de la historia de los pueblos.


Yo digo que la lectura es un brote de ingeniería humana, crea puentes, genera obras.
En un relato sobre experiencia de lectura escribí hace un par de meses: “A los 7 años se construyen puentes, cada vez que veo a un chico nadar en un cuento hasta darle la mano a Hepaminondas, no dudo que hay puentes que la lectura regala a determinada edad y que difícilmente algún temporal podrá destruir a lo largo de toda su vida.”
Fue una frase espontánea, pero me enamoré de esa idea.

La memoria está conformada de experiencias, gratas y desagradables, que van haciendo huella en nuestra personalidad. La memoria también, si bien no es el único ingrediente, es fundamental en cualquier aprendizaje. No hay aprendizaje sin memoria, por mayor constructivismo pedagógico que defendamos. Nuestra memoria guarda hechos, por lo tanto extensivamente podemos afirmar que guarda nuestras lecturas. Que guarda, acomoda, elabora de alguna manera misteriosa y brillante lo que leemos desde la más tierna infancia.

Analizar el párrafo anterior implica tomar conciencia del impacto de las lecturas, y no tengo dudas que puede llegar a asustar a padres, maestros y bibliotecarios expresado tan directamente.

Pero sigo sosteniendo la lectura construye puentes, la memoria elabora esas ideas desprendidas y las reacomoda en acciones concientes o inconscientes posteriores que nos marcarán como lectores o productores de textos.

Eso no es cuestión menor: Lector y productor de textos. Es como decir consumidor y productor de algún extraño narcótico. Es como decir también, lo que nos hará portadores de una riqueza simbólica que nos hará parte del sistema social en que vivimos. Nos hará humanos.

Desde las antiguas tribus hasta los actuales lenguajes de los mensajes de texto. Como escritores hemos dejado huella, en diferentes portadores, de lo que la raza humana ha vivido. La necesidad de contar su vida llevó al hombre de las cavernas a dibujar su cacería. Los fenicios inventaron (el que se cree hasta ahora) el primer alfabeto, los persas, los árabes, los germanos, los mayas, los aztecas, los pueblos originarios, han dejado su huella escrita de una u otra manera, aún lo que conocemos como pueblos de tradición oral también se acercaron a la escritura para no perder su capital cultural con el tiempo.

En la oralidad descansa la inmediatez, en los relatos orales descansa el capital que generación tras generación perdura, pero que se salva invariablemente a través de la escritura. De la escritura como el eje de lo no inmediato, de lo que se guarda, de lo que es testimonio.

Y la lectura es la herramienta, no sólo desde su perspectiva en tanto código, de sistema arbitrario que comparte una comunidad determinada. Sino es la herramienta en tanto palabra que es interpretada, palabra que vive desde lo escrito en la interpretación del lector.

Vuelvo a retomar la idea de “ingeniería” el primer puente de lo escrito a lo interpretado. El segundo puente de lo interpretado a las huellas que dejará en nuestras acciones posteriores como portadores de ese capital simbólico re-armado en nuestra memoria y nuestra mente.

¿Existen los buenos y malos lectores? No lo sé.
Existen los lectores activos, y los que manejan el código sin más. Yo encuadro en los lectores activos a quienes llegan a un nivel de reflexión sobre su actividad lectora que los hace buscadores incansables y se llega a disfrutar de un libro de historia revisionista o de un comic que muestra la complejidad de la creación humana. Que muestra los puentes en toda su magnanimidad. Son los que llegan a un momento en que se hartan de leer y siempre cae a tiempo en sus manos el libro que vuelve a hacerlos creer en la fuerza de una buena historia.
Mucho cuidado con lo siguiente: están los lectores hiper-activos, esos sufren un prejuicio sobre los que no alcanzaron su nivel de volúmenes leídos y consideran analfabetos al resto. Ellos no entendieron que la lectura es liberadora, no carcelera que tortura a los que no creen en su poder. Ellos no entendieron que un nivel de conocimiento o formación superior obliga a estirar la mano, a dar la mano, no a cerrarla y usarla como puño.
Los lectores pasivos, en mi categorización solo compran, llevan, rescatan lo que no lleva tiempo leer, la lectura fácil, rápida, que hace de herramienta, que abre puertas desde el concepto más utilitario que se pueda imaginar. Una forma simple de amigarse con el idioma. Lo útil, y ¿acaso no es válido? Hay tantas estrategias de lectura posibles que es también válido leer para tener una agenda actualizada. Leer para saber si va a hacer frío. Leer los mails y suficiente por un par de días.


Un grupo en el que creo especialmente, son los lectores en construcción, los que se están formando. Todos de una forma u otra nos estamos formando, nunca hemos de considerarnos completamente llenos de aprendizajes y lecturas, eso sería bastante parecido a estar muertos en vida, en un modo más filosófico de pensar nuestros caminos como hombres y mujeres capaces de adquirir mayor conocimiento con el tiempo. Pero los niños, los que empiezan a descubrir cómo se agarra el lápiz, pocas veces reparamos en el costo intelectual y físico de llegar a pasar de la imprenta a la cursiva. Y es así, todos pasamos por eso, pero ya lo olvidamos. Hace un par de años decidí adquirir un idioma más, con una grafía diferente a la de mi lengua materna. Y fue cuando entendí las lágrimas de los que a los 6 años no entienden porque la L es tan fácil en imprenta y cuesta tanto escribirla en cursiva mayúscula. Lloran porque no les sale lo que pretendemos que escriban y lloran porque ahora entiendo que es difícil, muy difícil.

Implica un cambio, implica un esfuerzo intelectual, y físico, de micro-movimientos coordinados que hay que comprenderlos desde un mundo adulto que ya los internalizó y no se acuerda cómo.

En una conferencia, hace muchos años, cuando todavía no sabía que mis días pasarían a llenarse de una yo escritora en formación, hablaban de la lectura y la escritura como “El coraje de ir más allá de la individualidad”, y cuando la obra excede el diario íntimo… ¿acaso no es una muestra de coraje? El coraje que nos permite ser seres sociales, ser humanos que se leen y humanos que leen, como forma de matar el olvido. Aunque sea en las huellas de una caja escrita, de una novela, de la Biblia o del Corán, burlamos el olvido con la lectura y construimos puentes de un lugar a otro. De humano a humano y de pasado a futuro.



Reflexión sobre género Narración


A los pocos años de vida escuchamos un relato, de una historia cualquiera, de la madre, de la abuela, de la maestra en el jardín. Y así seguimos por la vida, con la seguridad, conciente o inconciente de vivir rodeados de relatos, rodeados de narraciones, de historias.
Luego la escuela nos va a enseñar que hay análisis de obras, de autores, de estructuras y toda una serie de cuestiones que si no seguimos en el tema de la reflexión sobre las prácticas del lenguaje es altamente probable que algunas las olvidemos. Pero la esencia de las buenas obras no la onvidaremos tan facilmente, eso forma casi sin escalas nuestri capital cultural y por ende, muchas veces los relatos pasan a ser capital cultural de un lugar, o de una nación.
Ya más crecidos, si tenemos la posibilidad de viajar fuera de nuestra cultura de origen, veremos que no hay país sin relato, no hay nación sin historias que pasen de generación en generación por lejos que este pueblo se encuentre. Son sentido y enseñanza de muchas prácticas que se realizan con infinidad de cargas simbólicas.
Como escritores la historia es otra. En mi caso particular me cuesta muchísimo dejar la primera persona o la realidad, de lo que veo, el apoyo en algo visible que contar para dejarme llevar por la ficción o por un relato que olvide tiempo y espacio reales. Me da cierto vértigo que recién después de algunas prácticas y varias hojas a la basura puedo decir que empiezo muy pero muy despacio a superar( justo cuando termina el bloque narración). Saber cuando termina una historia, cuando se atraviesam lugares comunes, cuando se abunda en detalles y cuando queda una historia inentendible y uno empieza a precisar un amigo / compañero que a los gritos indique que largue los calificativos y aporte algún ingrediente interesante al intento narrativo.
Adoro escribir, de eso estoy segura, pero más segura estoy de los autores que he leido y me han aportado un respeto más que gigante al género. Eso hace que no pueda evitar decir que mis escritos son absurdos, que ame lo que he leido tanto como para no animarme a meterme en un terreno que mis autores favoritos han explorado de tan maravillosa manera.
Aunque la aventura de escribir es una tentación.
Probé.
Me gustó.Espero seguir, aunque me cueste.

Mi ensayo

Intenté planificar mi ensayo, su tema , su registro y sus etcéteras desde muchas perspectivas.
Lo hice.
Confieso no haber cumplido con nada de lo previsto. Si pensé escribir en un lenguaje más o menos académico, no lo hice. Si pensé en hablar de mis experiencias, lo hice muy poco. Si pensé en usar autores que también ví en el profesorado, no me gustó como quedaban. Pensé en hacer algo interesante, eso lo dirán ustedes.
Mi ensayo aborda las huellas de las experiencias de lectura previas, y como vamos revelándolas mientras nos intentamos conformar como escritores.
Haré un primer recorte en las muestras de mis producciones, en relación al taller de escritura.
Un segundo recorte en la extensión y en el evitar las decripciones que distraigan al eje principal.
la bibliografia es variada, traté de abordar mis autores preferidos ya que fue transformandose en un texto con un tono muy subjetivo, y me lo permití feliz de la vida.
Los invito a leer-me.

jueves, 26 de junio de 2008

Relato de una imagen OniRÍcA...



Pre-Aviso
El tiempo corre tan rápido como una se lo propone, es excusa, es defensa, es escenario o ultima fila,
El lugar varía pero las historias son las mismas, dan cuenta que el escenario no define un buen libreto.
Esa feria parecía más un mercado persa de mediados del siglo XX que la misma calle que transita cada mañana, quinto piso, escritorio de la izquierda.
Ese domingo rutinario, denso, soleado, alegre para el resto, paseó el perro dió tantas vueltas como pudo para encontrar algo nuevo de ese pedazo de mundo, tan suyo, tan de cualquiera. Algo raro venía pasándole esos días como un triste final de una novela de la que solo leyó un par de capítulos.
Siempre desde chico había fantaseado con la ilusión de saber todo de todos, de todas las maneras posibles, así había desarrollado cierta facilidad para descubrir las mentiras y pérdidas. Desde chico, cuando descubrió que no existían los reyes. De adolescente cuando supo que ya no valía la pena luchar por Natalia, esa suerte de femme fatal con uniforme de escuela, que aun hoy duda si alguna vez supo cuántas hormonas le revolucionaba. Y de adulto cuando dejó a su mujer porque simplemente supo que ya no la amaba.
Aun así, esta vez no sabía bien que pasaba, si la vida, si las cosas, si el país, si lo que sea…
Y como en las casualidades el diablo siempre mete la cola, estaba ella, envuelta en tantos trapos como olor a sahumerios tenía encima, y sus cartas y su magia, y su ropa y sus olores…y sus cartas….
Era una mesa de tarot en un puesto callejero de la feria más concurrida de toda la ciudad. Ella tan misteriosa como el mazo que llevaba y traía con la mano izquierda, mientras la derecha lo invitaba a sentarse.
Mover con la mano, extenderlas en la mesa y él siguió las instrucciones con la obediencia de un buen perro de raza.
Ella le ordenó que preguntara, y su ansiedad aumentaba.
Ella le ordenó que preguntara, él se alegró que su amante no estuviera con otro. Que su hijo no anduviera en algo “raro” y que le quedara poco tiempo de vida. No llego a entender, hasta que fueron cayendo una a una las palabras del oráculo, como pesadas gotas de la primer lluvia de invierno, poco-tiempo-de-vida, pocos días, pocas horas, en definitiva, poco tiempo. A él que había fantaseado con la ilusión de saber todo de todos, de todas las maneras posibles, que había desarrollado cierta facilidad para descubrir las mentiras y pérdidas.
¿Opciones?, pocas.
Hundirse en el peor de los silencios, depresión, alcohol, noche.
O vivir la vida de un trago, sin perder ni un segundo, tomar todo el aire en sus pulmones e ir exhalando de a poco para estirar cada segundo de vida. Hasta que llegue ese último.
Dejar que la vida se vaya o quitársela, después de todo nunca había permitido que nadie le ganara de mano en las decisiones, el decidió dejar. Dejar de amar, dejar de salir, dejar de vivir. La fecha era el 8, el 8 del 8, ese día él decidiría irse antes de ser echado de su propio cuerpo. Y pensó, pensó cada detalle, cada paso, cada suspiro, cada centímetro de aire que usaría ese día, después de todo no siempre se reciben ultimátum para quitarse el peso de una vida sobre los hombros que ya más de 40 años había resistido.
El arma lucía bella, más que las mujeres que habían pasado por su almohada, más que los cigarros que lo acompañaban en la biblioteca, más que su preferido whisky etiqueta azul. Brillante como los ojos de su cantante favorita de jazz, ese estilo viejo, negro, under y desafiante que tanto le sugería, en las noches que ya no le quedaba nada en que pensar, ni nadie con quien dormir.
En planes pasaron los días, sus últimos días.
8 de agosto, mañana.
8 de agosto, tarde.
8 de agosto, noche.
10 de la noche, 11 de la noche , el límite de las 11:59 estaba cerca, había tenido el privilegio de elegir los minutos en que le ganaría al destino mismo su propio final. Muerto por su propio pulso y no por los caprichos que la vida elegía, él estaba avisado, las cartas eran la señal que afirmaba sus intuiciones. Y qué mejor confirmación que la de los arcanos. Era así. Inevitable pero el ganaría. Pensó cada detalle todo ese día. Lo volvería a hacer, ya está cerca.
Su habitación, la que había visto tantas caras, tantos abrazos, tantos abrazos urgentes y hasta alguno con afecto que no se animó a devolver, que su cobardía no le dejó devolver. La pintura roída en las esquinas, los placards altos de buena madera, como él.
Miró y pensó su cara en el espejo, le pasaba, lo mismo que a veces, no lograba reconocerse, no lograba verse, pasando más allá de los ojos verdes de su padre que los tenía ahí mismo a cada costado de su nariz, sus labios grandes como los de su madre, pero estos ya se habían olvidado de confesar palabras de cuna, solo escupían números de oficina.
Tal vez sus hijos lo llorarían, pero solo un poco, queda mal ser insensibles y después de todo nadie les había enseñado a mostrar lo que sentían, probablemente porque esos otros tampoco lo sabían y la ignorancia exime de culpas. Él lo sabía bien.
Y su perro encerrado en la cocina, no quería que su fiel pareja de desayuno viera su llorón final. Las 12 era el tiempo límite, no había duda confirmado por la alianza intuición y arcanos su final era 8, no llegaría al día 9. El día 9 haría caer sus expectativas de muerte con pre-aviso.
Miró nuevamente su habitación, su piel, su arma, su mano… su reloj.
Su reloj, exactamente las 12: 01…era el día 9 y estaba vivo, vivo pero diferente era la primera vez que se había visto.
Se había mirado.
Se había reconocido como el fiel cobarde que se asustó de pensar que la vida podía ganarle, a él. A él que nadie le había ganado. Sólo esto no tenía previsto. Que la muerte no avisa. Sólo juega, juega a escondidas con la vida para que los cobardes aprendan a verse.

Relato de un espacio...

En un libro leí hace años que los lugares que habitamos son casas y no se transforman en hogares hasta que el paso del tiempo las haga escenario de suficientes nacimientos y muertes, de lágrimas, risas e historias de las personas que por ella pasen.
Yo debía tener unos 4 o 5 años en la foto de esa época que guardo.
Una casa grande, muy grande, característica que pude corroborar mucho tiempo después en otras condiciones cuando mi nariz superó por fin la altura de la mesa del comedor. Luego supe que también era moderna para la época que se construyó.
Si ajusto mi zoom de la memoria empiezo a ver los colores de la escena. Y es una cocina, la cocina de una casa grande. Una mesada fuerte, blanca amarillenta y para mí altísima. Paredes blancas, que contrastaban con el casi negro manchado del granito del piso.
La luz como en todas las casas de abuelas dignas de cuentos, entraba en grandes cantidades por la ventana que ocupaba casi toda una pared, debajo la cocina a leña y la cocina a gas, ambas en uso. Como un matrimonio entre añejo y modernidad.
Mi abuela y yo como la única imagen que conservo de esa casa, de esa cocina, casi la única de mi abuela.
El pueblo, con esa forma de llamar a los lugares chicos que heredamos de las tribus de cemento que habitamos, me gustaba, pero la ausencia de mis abuelos, de mi papá y el tiempo hicieron que esa imagen se congele.
Se congele por casi 20 años, cuando decidí en esas decisiones de verano, volver “ al pueblo”, esta vez sola, cargada de curiosidad, llevada por las ganas de encontrarme y ver si las fotos de la memoria alcanzaban un mejor grado de ajuste.
El viaje fue corto, incomodo, porque el único micro que entra por día, pasa por miles (así parecían) de pueblitos intermedios.
La única avenida que va de la ruta al arroyo. El club de golf, la Sociedad Rural, el Club Social, el Club del Pueblo (la gente sabe a qué club pertenece aun antes de nacer), la plaza custodiada por la iglesia, la escuela, la municipalidad y la comisaría. Como broche, la terminal de micros. Bajé con poco equipaje, tenía más para llevarme que para dejar en es lugar. Me recibieron algunos primos que ya el tiempo me había sacado algunos detalles de sus caras.
La casa ya no era más de mi familia, hacía años que mi padre y sus hermanos la habían vendido.
La curiosidad es bendición… y a veces castigo. Cuando la curiosidad no deja vivir es castigo. Fui con ganas de encontrar mi libro de familia, y esa cuadra, esa casa, esa mesada y esa ventana tenían algo que yo necesitaba asegurarme que siguiera vivo.
Aunque ya no estén los actores las tablas siguen estando.
Salí del atosigamiento de familia re-conocida. La vuelta del perro los domingos es un clásico del interior. La vuelta del perro por la puerta de la casa donde se crió mi padre era un clásico con resultado cantado para mí. Y ahí fui.
La puerta estaba abierta. Las casas de pueblo suelen estar siempre abiertas.
Una señora, una adolescente, un chico de algunos más años que yo.
Salude con la mano, me saludaron, con la mano.
Sonreí, me sonrió la señora y con efecto contagioso, el muchacho.
Crucé la calle, me dieron la mano. Me preguntaron quién era, me quedó la sensación de que en los pueblos uno deja de ser María, Miriam, Lidia, o Ana para pasar a ser, la sobrina de…, la nieta de…, la prima de…, para justificar la llegada a la patria chica. Me presenté:
- Soy la nieta de…, la sobrina de…, la hija de…, y siempre me acuerdo de esta casa.- Agregué, tratando de no hacer visible las ganas de meter la nariz que tenía.
No fue necesario la misma mujer que me recibió me preguntó si yo había estado antes ahí en su casa. Respondí que mi foto mental más querida era en SU cocina. Su cocina que ya había sido mía cuando no sabía que tardaría tantos años en volver.
Me dijo que era una casa fuerte, que había sido la mejor del pueblo, ella había nacido ahí cerca, se fue y volvió cuando ya tenía sus hijos y mi familia la estaba vendiendo. Trató de no cambiar nada, o muy poco. Esto me lo contó en los escasos 10 metros que separaban la entrada de la cocina, pasando por un pasillo adornado y tratando de no dejar pasar detalle de los vestidores, la pieza que había visto nacer a la generación anterior a la mía.
Y finalmente el escenario mayor, la cocina. Esta vez la veía inmensa, no porque mi nariz no superara la mesa del comedor, sino porque con los recuerdos y los pasos de años y de personas las casas cobran otra dimensión, la dimensión de hogares.
Y parece mentira que este apunte de espacio, lo esté escribiendo parada en el mismo granito negro que me tuvo hace 20 años, con el pelo más largo, la estatura más breve, las ausencias impredecibles y la misma luz por la ventana. Eso igual, la luz saludando como un gesto que la infancia enviara para ver pasar a las casas, que de vidas y muertes, encuentros y despedidas se van transformando en hogares.

viernes, 13 de junio de 2008

BlOquE NaRraCióN

Nota de Lector
Un día perfecto para el pez banana - J.D.Salinger –

Las huellas de la guerra se narraron en diferentes autores y épocas de diferentes maneras en el caso de Salinger con este relato cuenta cómo Seymour Glass continúa la vida, gasta que el final nos muestra precisamente lo contrario.
Me pareció un relato “misterioso”, donde se pueden esperar variedad de finales, si bien hay cierto indicio de su estado anímico en la introducción con la charla telefónica de Muriel, hasta que nos sorprende un descenlace poco esperado dado el registro que venía haciendo el autor de los hechos en el día de playa con las historias de los peces bananas y Sibyl en la playa.
Nota de Lector
Fotos-Rodolfo Walsh


Rodolfo Walsh en cuentos, una mezcla de pasos de historia argentina, donde hay frases y párrafos que son citas históricas, una mezcla de estilos: cartas, diálogos, semi poemas, rimas, mezcla de perspectivas de diferentes personajes, una historia que me encantó desde tantos puntos de vista.
El uso de tantos tipos textuales que me encantó leerlos, es como leer una historia en tantos formatos como puede permitir el género.

jueves, 22 de mayo de 2008

Mi espacio (...personal)

Trataré de hacer una reflexion atinada sobre lo que para mí es la palabra,mi palabra “a propósito de la materia”, obvio.

Somos , un poco más un poco menos, todos los que cursamos este taller , hijos o contemporáneos de la pérdida de la palabra, del no poder decir.

Será por eso que cada vez que me hablan de limitar mi palabra en la forma que sea, me provoca cierta picazón que empieza en la cabeza y todavía no sé bien en que lugar termina. Cuando me lo dicen en serio, es decir, sin esbozar después ni una sonrisa y reforzando la hipótesis de limitar a determinado espacio , modo , o estilo, en un espacio personal la forma de expresión, me preocupa más todavía.

Yo sé que a las lloviznas no hay que darles de antemano el título de tormentas, mucho peor ,después se consideran ventarrones insoportables cuando no pasaron de soplido débil.

Pero no lo puedo evitar: me jode. No me molesta, ni me incomoda, de hecho no va a cambiar lo que hago. Pero me jode ( por cierto,la palabra joder tiene un énfasis diferente, muy poco académico).

Cada lugar donde dejo alguna de mis palabras, trato de que sean mías, que pueda hacerme cargo de lo que escribo al derecho y al revés.

Me causa gracia la idea de “acotar”(para eso está prensa escrita I): Si es un espacio con sello académico, no mezcles lo personal. Me hace acordar a las maestras de la Nación que no dejan ir al baño a sus alumnos en hora de clase, como si estuvieramos programados monotemáticamente. Es decir, si escribimos para la universidad, no lo hagamos pensando en que se nos mueve hasta el pelo cuando leemos un libro interesante si no está en la lectura obligatoria u optativa de alguna materia. Si estamos en clase, olvidemos toda sensación extra-clase, porque a la escuela…a la escuela se viene a estudiar …y a la universidad también ¡ qué tantas vueltas!!!!.

Yo soy una de las que acuerda en que mil mails con dos palabras a una lista de mensajes es una pérdida de tiempo, porque generalmente no puedo leerlos a todos, ¿o será esa mi parte chismosa? Que se enoja porque quisiera opinar y no me da el tiempo ni para eso? ( prometo que lo voy a pensar).

Pero mis espacios ¡¡no!! No los voy a medir, es más, al costado agrego la dirección mi blog personalísimo,pero si no tienen tiempo, no pasen, ahí escribo solamente cosas extra-académicas y en este seguiré volcando cosas de mi “yo escritora”, pero en todas mis “yo”, sigo siendo yo, por lo tanto, actualizo, actualizo y sigo volcando mis “cosas personales”…


Reflexión sobre género Crónica

¡Y por fin llegó la crónica!
Exagerado, no?
Puede ser

Hasta aprendimos
A imitar haikus
En las crónicas

( aunque cuenten las sílabas, no llegan a ser haiku lo anterior) estaba esperando que llegue esta parte de la materia. Más que al bloque entrevista, aunque me gustó; más que relato, porque sé que me va a costar. Será tal vez porque me siento un poco más libre contando que preguntando, y es una tentación en las entrevistas “puras y duras” meter un poco de vuelta poética, al menos para mí y aunque no se deba.


Los textos me encantaron, volver a ver Ébano, darle la mano a Walsh, Caparrós para leer una situación más contemporánea, así como terminar el libro de Tomas. Cada uno a su estilo me muestra, me deja ver lo que ellos en ese momento vieron. Y eso me gusta mucho, Puedo estar de acuerdo o no, puedo decir quiero ser así o no. Pero la crónica en general, las buenas crónicas, me hacen acordar al buen cine, dónde uno no advierte la incómoda butaca hasta que un músculo indiscreto rezonga para acomodarnos nuevamente y seguir mirando.

Eso mismo, si tuviera que definir mi sensación al leer una buena crónica, es precisamente, la imagen que escribí antes: un género que me permite ver.
Hay paises que no conozco, y probablemente nunca conoceré, hay personas que seguramente nunca cruzaré o nunca entrevistaré, con muchísimas de ellas no comparto ni siquiera mi idioma , que amo, pero que no me alcanzaría para entrevistar a un centroafricano.

Algunas crónicas son como un pasaje a través del tiempo, puedo ir y venir de tal o cuál evento las veces que yo quiera.

Y como todo no es siempre color rosa, me costó lecturas y re-lecturas, escrituras y re-escrituras, armar una pobre crónica de mi autoría. No era tan fácil. No era nada fácil, porque al paso que más o menos había internalizado de la oralidad a la escritura en la entrevista, ahora tenía que agregarle la visualidad ( sirve como categoría?) es decir, a lo que tenía grabado y escrito tenía que sumarle lo que había visto, lo que tenía en cámara, todo el factor que quería contar pero que con el grabador de voz no alcanzaba.

Si es un híbrido como Amar Sanchez dice que lo llamaron algunos investigadores (“El relato de los hechos”, pg.14), que lo sea, no digo con esto que pierden valor otros modos y géneros, pero este tiene un sabor extra.

Y ahí empezó el camino nuevamente. Como en el bloque anterior, que acompañé mis palabras de la voz al papel, ahora tuve que hacer un cóctel de imágenes para volcarlas en la escritura y no lo pude evitar tropecé más de una vez. Y no lo pude evitar, me gustó. Creí que Ulibarri sería mi pequeño manual, pero no, lo leí y decidí ver qué salía, una vez terminado vería las correcciones de acuerdo a la bibliografía , pero no el revés, no quería pensar un molde y ver el material que tenía ajustado a ese modelo. Mejor que la misma escritura me permitiera pensar en que momento podía usar qué recurso de los que había visto.

Si el trabajo está bien hecho, no lo sé, no me alcanza lo que tengo para decirlo, eso mejor que lo juzgue la profesora, yo ya gané, me divertí con las palabras y eso va sin nota.

La Sublimación de la palabra

De la mano de Ese Hombre

De la mano parece ser un símbolo de fuerza, en muchas partes de nuestro día a día vemos manos que demuestran unión, amistad, complicidad y sentimientos parecidos.
Decidí tomar la mano de Este Hombre para recorrer su propia vida, ya no la de los libros, la que leí en Operación Masacre o en algunos artículos que lo nombraban como centro de algún movimiento, sino la que estaba expuesta a mi paso, laberíntica, blanca, grande y verde, verde como el color que le quitó la vida.
Aunque siempre prefiero cuando se trata de personajes que me dan esperanza, hablar de su vida y no de su muerte, porque creo que la obra sobrevive a los autores, como una forma de suponer que la vida sobrevive aún tras la muerte.
A pie de la escalera que baja al ágora desde el primer piso de la Universidad entré al mundo Walsh, “La sublimación de la palabra” se llama la muestra.
A la derecha: sus lentes, como si miraran los pasos de los que le damos la mano.
Izquierda: las primeras gigantografías, su causa.
Derecha nuevamente: Cuba, amigos, letras…
Izquierda otra vez: una mesa de ajedrez del Club de ajedrez de La Plata, como si las fichas esperaran el enroque que salve al personaje más fuerte.
Derecha, izquierda, derecha: fotos, momentos, pasos con imágenes, cartas de amigos, títulos, pensamientos.
Cómo quién busca algo que aún no se ha descubierto paso cuadro a cuadro de uno a otro, sin mediación de ningún tipo de Rodolfo autor, a Rodolfo hombre, y mas que cualquier otro: a Rodolfo Hombre.
Ideas, más ideas.
Hay otras personas que dan vueltas por las imágenes, siempre es una duda qué piensa el otro, como cuando en el cine uno quisiera adivinar que piensa el que se ríe de un chiste a destiempo. Yo quisiera saber que piensa el que no leyó nunca a Walsh, qué piensa el que lo leyó en los diarios, qué piensa el que paso los 40 y fue contemporáneo, qué piensa el que lo leyó por obligación. Un ejemplar de cada una de esas especies está a mi lado en este espacio, y sin embargo no somos más que prójimos, ni siquiera próximos, no sé bien que buscan , pero miran como sin ver lo que dice cada frase escrita en las fotografías.
Sin más, sigo caminando y en última instancia ya no importa saber que piensan, sus caras dejan de causarme curiosidad pasan a causarme “nada”, eso mismo, “nada”, en cambio, adelante mío hay palabras mayores que hablan de la palabra de la muestra: Osvaldo Bayer en una descripción, y Mario Benedetti que en Casa de las Américas escribiera:

“Rodolfo Convirtió la realidad”

Y me atrevo a pensar que es cierto. Estos metros de realidad han sido un pedacito de espíritu de los setenta como dirían algunos, un pedazo argentino dirían otros por la historia reciente de nuestro país. Al igual que las caras de los que me rodean, ya no importa exactamente qué quisieron representar. Me voy con los bolsillos llenos y con una frase que seguirá conmigo:

“El pueblo aprendió que estaba solo
Y que debía pelear por el mismo
Y que de su propia entraña sacaría
Los medios, el silencio, la astucia y la fuerza.”

Dejo a Ese Hombre, pero qué daría por que su mano, su mano siga prendida a mi letra…

miércoles, 21 de mayo de 2008

Eloísa Cartonera




“No hay cuchillos sin rosas”

Novela biográfica

De paisajes incongruentes están formadas las ciudades, y Buenos Aires no es la excepción, la llave de las grandes puertas está disponible sólo para determinado grupo socialmente predispuesto, al menos eso reflejan las crónicas de vida que día tras día, nos muestran las postales argentinas.
Altos y lujosos edificios con carros cartoneros en el cordón de la vereda, las avenidas más caras con miles de personas que recogen cartón y residuos urbanos.
Incongruente y curiosa, también, fue para mí ver en una de las librerías más céntricas y grandes de la ciudad de Buenos Aires, unos libros llenos “de color y amor”, como decían en la primer página. Libros de cartón, no del cartón que se usa para las tapas de los libros convencionales, sino cartón del más común de nuestro imaginario, pintados con stencil y témpera, tratando de cubrir las señales que delataban su origen: enjuague Vivere, vino Toro, o fideos Matarazzo. Este sería el prólogo de una serie de capítulos, una serie de encuentros y una serie de dudas y preguntas.

Anoté la página Web, en ella miré el teléfono y decidí que sería mi próxima materia prima para escribir, para resumir Arte y transformación en un proyecto urbano y rioplatense.
Este ensamble argentino sería aún más surrealista en un barrio que no fuera La Boca, a metros de la Bombonera, ahí pacté con María mi primer encuentro.
María Gómez, un poco más de veinte años, seria, pero accesible, de pocas palabras. Como diría Washington Cucurto (alias de Santiago Vega, poeta, fundador y uno de los responsables de Eloísa cartonera) “…las mujeres son el motor de Eloísa…”, refiriéndose a María y otras mujeres que dieron color a su proyecto.
Forma parte del proyecto hace casi dos años, los actuales integrantes llegaron después y los antiguos integrantes visitan el lugar cada tanto, como si hubieran dejado parte de su obra en ese lugar, que fue suyo hasta hace algún tiempo.
- Yo como vos vine a hacer un trajo para la Facu. (Estudiaba comunicación social) conocí a Fernanda (se refiere a Fernanda Laguna quien se convirtió en la madrina del emprendimiento) y a Ramona (hoy alejada del lugar) y terminé enganchándome tanto que me quedé.
Ahí en Brandsen 647, en la primer visita, también estaban La Osa (Miriam), Alejandro y Juan.
La Osa, de mirada clara, grandota en cuerpo casi tanto, o tal vez un poco menos , que la ternura que desparramaría en cada frase, a pesar de sus 23 años que pasaron más de tres noches cartoneando hasta que devino en parte de la editorial “más colorinche del mundo”.
Alejandro, también de unos veintitantos, llegado hace poco de la V región chilena, con sentido de pertenencia latinoamericana, esa gente que, lejos de objetividades teóricas podemos decirle “linda persona”, cálido, entregado a su lugar de diseñador y pintalibros.
Juan, absorto en su trabajo, de poquísimas palabras y recién llegado de Colombia, hace un poco menos de dos años
Me fueron dando permiso para abrir su propio libro, sus propios capítulos, sus propios modos de novelas…

Novela realista

Argentina, crisis de 2001, caos financiero, caos económico, caos social. La factura de los años 90 llegó en tiempo y forma, venía a nombre de gran parte del país, en especial a nombre de los que intentaban producir algo, que eran bastante pocos, y cada vez menos.
Año 2003: Washington Cucurto y Javier Barilaro (artista plástico, actualmente alejado de Eloísa, pero es de los que vuelven a visitar) producían pequeños libros de cartulina ilustrados por Javier mismo, y escritos por Washington.
La mencionada crisis, devaluación y etcéteras conocidos, hizo que el precio del cartón y el papel en general aumentara un 300%, cosa que dejaba fuera del circuito productivo a más de tres ideas creativas.
La misma crisis hizo que en Buenos Aires se empezaran a ver, cada vez con mayor frecuencia y menos espanto de las señoras paquetas de las grandes avenidas, familias completas, jóvenes, no tan jóvenes y algunos niños o mujeres dedicados a juntar cartón. Nada lindo, nada fácil, nada optativo, viajar horas, y no en primera clase, desde el conurbano, hasta el centro de la ciudad para caminar, hasta quién sabe dónde y hasta quién sabe cuándo para llenar un carro de cartón, plástico o papeles e ir a venderlo luego a algún mayorista, actualmente a menos de cincuenta centavos el kilo.
Fue entonces cuando se juntaron dos hilos para empezar a tejer: una parte con ideas que necesitaban cartón para seguir su obra y otra parte que vendía (vende) su cartón a precio ínfimo.
Ese fue el primer paso de Eloísa Cartonera.
Actualmente la cooperativa en que se transformó Eloisa Cartonera compra el cartón limpio y de buena calidad a un peso con cincuenta centavos el kilo, y esa es la materia prima para las tapas de “amor y color”. Se complementa con stencil, témperas y mano de obra, claro.

El local dónde funciona la editorial artesanal es una ex verdulería que se llama “No hay cuchillos sin rosas” en pleno corazón de arrabal porteño.
Ya se han producido más de 100 obras, han dado varias vueltas al continente algunos de sus actuales o sus ex miembros y han hecho eco para que otras organizaciones se larguen a reutilizar cartón y color. Se larguen a producir obras,



María dice:
“…no es que nosotros hagamos tapas de libros con cartón porque los pobres sean lindos. Está bueno porque lo hacemos nosotros con los recursos que hay, porque son baratos y accesibles, por un montón de cuestiones que también tienen que ver con la realidad sociopolítica latinoamericana…”.

Novela social

Al principio eran libros mediante una fotocopiadora, proceso caro, pero que daba resultado, al menos a la escala que se trabajaba en 2004, y el tipo de libros cortos, generalmente de poesía que se editaban en ese momento.
Tiempo después la Embajada de Suiza donó una imprenta usada y a partir de ahí las ediciones crecieron en número y calidad… Ricardo Zelarayán, Dani Umpi, Fabián Casas, Daniel Link, Rodolfo Walsh, Alan Pauls, Mario Bellatin, César Aira, Gabriela Bejerman, además de creaciones primerizas al público de nuevos autores, o las ya clásicas de Washington Cucurto. También la novedad de obras editadas en inglés o alemán. Podemos decir que hay Eloisa para todos los gustos, novelas, poesías, relatos, cuentos, novela erótica, y hasta podemos hablar del Nuevo Sudaca Border…
Nos cuentan:
“Es un concurso que inventamos hace un par de años, llegaron más de 200 títulos y publicamos seis. El jurado era reimportante: estaban Ricardo Piglia, César Aira, algunos periodistas, nosotros. Además eso concordó con el Premio Clarín de Novela, comenzaba el mismo día y cerraba el mismo día.”
Haciendo un racconto, podríamos citar a las abuelas diciendo, “de las crisis de aprende”, y bueno…si no se aprende , se intenta, y si no se intenta por las buenas, se intentará mediante la viveza criolla… o la creatividad, como en este caso.
A María entre idas y vueltas que da mientras limpia el piso del local un sábado a la tarde, le pregunto, cómo se arreglan para la distribución de lo que hacen y la respuesta no es muy rebuscada, sabiendo que la lógica del pulmón abunda en este tipo de proyectos alternativos. La distribución no podía ser de otra manera: “A pulmón”, y lo que se gana se reparte… simple y preciso.
Pero sigamos…

Novela con final abierto…

La idea de los libritos de colores, sigue, se extiende, no como proyecto social nos aclarará la taxativa frase de Cucurto que desde un principio anuncia que es te puede ser un proyecto alternativo pero no social. Y lo reafirmarían cada uno de sus miembros.
Esta vez la idea es abrir las puertas de Eloisa a la comunidad, a quién quiera editar sus libros o crear sus propios diseños, pero eso será más adelante, por ahora hay algo más urgente y concreto: terminar su nuevo local en un terreno donado en Florencio Varela, donde podrán tener su propio lugar de creación, suena lejos, pero las ganas son más importantes, son lo que movieron las alas desde un principio y dieron sus frutos, hicieron un libro, un libro grande , no tan convencional pero interesante que da la mano a quien quiera sumarse. Una nueva novela mezcla de “Cumbiela” ( género cucurtiano) y Buenos Aires.

Humo, humo, humo

Que vengan los bomberos…

Existe desde antaño el cuento de Pedro y El Lobo, un niño que siempre mentía amenazando con la llegada de un lobo, cosa que no era cierto. Hasta que un día el lobo verdaderamente estaba por atacar a su rebaño, pero como siempre mentía la gente no atendió su pedido de socorro y al verse desesperado juró nunca más mentir. Hay diferentes versiones de ese cuento, pero la historia, básicamente es la de la mala utilización de las advertencias, que cuando verdaderamente deben ser usadas ya no sirven porque se han desperdiciado en ocasiones inapropiadas.
Hace unos días nuestra provincia, y otras limítrofes, hasta la República del Uruguay nos vimos invadidos de un humo pegajoso, denso, gris, producto de la quema de pastizales en la zona del delta bonaerense…

Leí en los diarios

Leí desde hace años en la prensa, también ví en los noticieros, escuché en la radio, sentí hablar en varios lados:
“…es que el río llegaba hasta la casa de gobierno, imagináte cuando la naturaleza quiera retomar su lugar y tape media ciudad, todos vamos a saber que es mas fuerte que el hombre, nadie va a poder decir nada porque en todo este tiempo nadie cuido el aire, ni el río, etc., etc., etc.…”
“Dice un informe de XX, ingeniero en YY, que la polución en Buenos Aires alcanza niveles comparables a los del DF mexicano, de continuar así serán necesarias políticas ambientales que reduzcan la emisión de gases XYZ de los automóviles. Los resultados de no aplicarse las mismas serían afecciones respiratorias… etc., etc., etc.…”
“El proyecto de ley que impulsa la creación de una comisión de vigilancia ecológica al bioma del pastizal de la zona delta y norte bonaerense, con vistas a la protección de la flora y fauna autóctona que en los últimos años resulta amenazada por los avances del monocultivo en la agricultura de la región… etc., etc., etc.…”
Leí, vi, escuché, sentí, sin nombrar clásicos de la nación como la limpieza del Riachuelo, ni la contaminación por el polo petroquímico de Dock Sud, ni las fábricas que tiran sus pestilentes residuos en el Río de la Plata, o sin viajar muy lejos para llegar a perlas como la caza de ballenas, la protección a la merluza, la quema de bosques patagónicos o serranos, entre otros temas recurrentes con los que haríamos un rosario tamaño mundial, que no sería pasaporte al cielo aunque media argentina rece de rodillas con el mismo entre sus manos.
Todos los temas con sus respectivas predicciones apocalípticas por si las dudas y algún día suceden ya estamos avisados. Y todos hablando de un potencial causante al que de tan claro nunca le avisaron que era responsable, o será porque lo tratan sin darle apellido, solo por el nombre: Todos.

Y a Pedro se le vino el lobo…

Tanto me avisaron que el mundo se incendiaría, que el jueves 17 de abril pasado, pensé que las predicciones del “canal amarillo”, no las hacía un cronista que exageraba informes sino alguien con el don de la profecía.
El jueves un poquito, el viernes muy, el sábado….el fuego se acercaba, cada vez más…
Y la prensa, los informes, los canales, los amigos comentando cuánto duraría, de dónde venía, hasta que una voz firme y tranquila hizo la pregunta certera y breve, casi como una verdad irremplazable y evidente:
¿De dónde venía el humo?...en última instancia… ¿qué era ese humo?
Por si había alguna duda a Inodoro Pereyra no se le quemó el asado. Ni el chino pirómano, tristemente célebre hace un par de años, había vuelto.
Se trataba de un desastre ecológico, la anunciada quema de pastizales del delta no precisaba más anuncios, estaba sucediendo. Como tantas veces en Argentina, los incendios que destruyen zonas ecológicas preciadas por uno u otro motivo, no comienzan con una chispa provocada por la sequía ni los rayos de sol mal reflejados en algún objeto. Empiezan por “alguién” que busca “algo”, y como suele suceder cuando estas cosas llegan a las mesas de información y a través de ellas al público, no se sabe qué atender primero, si pensar en quién hizo, en qué hacer, o en qué va a pasar. Tantas son las preguntas que casi no hay respuestas. Tal vez ni las haya, hasta dentro de mucho tiempo.
El humo y el olor invadieron las calles. A lo largo de los días que duró la humareda se suspendieron actividades: la terminal de ómnibus de Retiro, el aeroparque y el puerto, en un intento por prevenir accidentales fatales como los que ya ocurrían en otras zonas más cercanas a las islas del Delta, ante la falta de visibilidad.
El Ministerio de Salud de la ciudad informó que cerca de 300 personas fueron atendidas en los hospitales públicos por irritación ocular y por casos de afecciones respiratorias.
El humo incluso nos invadió y se nos metió en las entrañas porteñas, llegó al subte. La Línea C, por ejemplo, debió interrumpir su servicio durante un día. Muchas escuelas no dieron clases o impidieron la realización de actividades al aire libre.
Así como a Pedro con el lobo que ya lo tenía encima y recordó porque no lo ayudaban, nuestra sociedad parecía preocupada en no poder ventilar las habitaciones, en vez de pensar en que setenta mil hectáreas ya pasarían a ser un páramo inutilizable. Tantas veces pensamos en el mundo sin ballenas que esta vez nos quedábamos sin pastizales y no nos dábamos cuenta que no era una hipótesis. Estaba pasando. Pasó.
¿Y las políticas ambientales? Ya no había tiempo. Como dijo la secretaria de Medio Ambiente de la Nación, Romina Picolotti :
“Estos son incendios intencionales, para poder engordar mas rápido el ganado”, acusó. Y manifestó que “el objetivo final del gobierno en el combate del incendio es preservar la vida de las personas” (Perfil, 18/04/08)… y sí, la vida primero, el ecosistema, luego vemos…después de todo, ella también dijo:
“No podemos desplegar 300 aviones porque vamos a tener un accidente aéreo”(Perfil, 18/04/08)…la prevención es lo que vale, la prevención de los accidentes aéreos.
Luego vino un aluvión de demandas, muchas, a todos, acusando de todo.
Y quién piensa en la prevención, en los responsables, porque responsables hubo, de eso la mayoría que lo piense un poquito estará seguro: responsables hubo, responsables hay.

Pero Pedro ya tenía el lobo en casa, el humo ya estaba sobre la ciudad…y sólo nos quedaba rezar… rezar para que llueva rápido…y mucho, como los clanes animistas.

En otra ocasión hablamos de las probables catástrofes ecológicas, con esta por un tiempo alcanza. Las otras quién sabe cuándo pasarán. ¿Pasarán?.

jueves, 1 de mayo de 2008

La entrevista, finalmente...

Proyecto “Eloisa Cartonera, No hay dos tapas iguales”:

Brandsen al 600, República de La Boca, Buenos Aires.

Perfume de Color envasado envasado en Sténcil


Miércoles 2 de abril, tras conocer y contactarnos telefónicamente con los libros hechos con amor y color, decidimos conocerlos personalmente.
Somos Hernán, Beatriz, Yesica y yo, Lidia, esperando entrar al taller dónde se cocinan las obras. Esa imagen es la primera instantánea que recuerdo antes de encender el grabador.
Llegamos a Eloisa Cartonera a eso de las 3 y media, casi 4 de la tarde, ese es el tiempo. El lugar es pleno corazón del barrio de La Boca, a menos de media cuadra de la bombonera. Íbamos advertidos que nadie se sentaría a hablar, que podían respondernos, pero no parar.
Es el barrio de los conventillos más famosos de Buenos Aires y la fachada del lugar dónde tiene sede Eloisa Cartonera no difiere de ellos, colores y materiales que forman una apariencia singular, bien del barrio de Juanito Laguna. No se lo distingue en la cuadra salvo por unas mesas llenas de libros, a modo de mesa de feria artesanal, dónde uno no distingue bien que se vende hasta no tenerlo frente a los ojos.
Nos acercamos. Hay una persona delgada, morena, y con un acento que hasta un rato después no lograré reconocer su origen, y alguien más pero que en principio no nos habla.

- Hola, soy Lidia, acá funciona Eloisa Cartonera? Hablé con María hace un par de días somos de la Universidad de Quilmes.

- Si, es aquí, esto es Eloisa, pasa que María está dentro.

Cruzar el umbral es rodearse de olor, matices e imágenes, tinta, papel, cartón, Rubén Blades, José Larralde, fotos del Che, de Evo Morales y de Latinoamérica toda, como si en algún extraño perfume pudieran combinarse todas esas notas.
En la puerta quienes estaban eran: Alejandro, recién llegado de Chile, de la V región, hace dos meses y Juan, llegado de Colombia hace algo más de un año para estudiar en Argentina.
Dentro del local estaban María y La Osa (Miriam). María, la que más antigüedad tiene en el proyecto y Miriam, que se presenta como “La Osa”, una mujer que cuanto más nos dejé conocer de su vida, mayor capacidad de ternura nos mostraría esa tarde.
Cada uno de nosotros se avocaría a cada uno de estos anfitriones, aunque al escuchar la grabación será difícil descubrir dónde termina una voz y dónde empieza otra.
La calidez y el relato ameno de Alejandro, el cariño y la crudeza de la vida de La Osa, el trabajo imposible de detener de María que mientras nos saludaba, nos contaba alguna anécdota o indicaba algún título no dejaba en paz un escobillón, un trapo, una botella de lavandina, unas hojas, unas tarimas con cartones y todo lo que a su paso le sirviera para dar orden y brillo al mosaico de siglo XX que cubría el piso y las paredes coloridas combinadas con unos móviles-peces de cartón pintado a semejanza de un mar a contramano, que pasaba por nuestras cabezas.
Vuelvo a la puerta.
Me quedo con el testimonio de Juan, tímido, interviene poco, pero no deja de mover sus manos en ningún momento, entregado al stencil de las tapas de los libros que esa misma tarde estarán a la venta en el local de Brandsen al 600. Esa tal vez sería la primer impresión que recordaría de mi entrevistado, el movimiento incesante de sus manos sobre los libros terminados o en construcción.

- Batallas desde el desierto, comedieta LL, Palmeto, Caso Malarma, The pianist ¡cuántos títulos!, Esto sería como la mesa de liquidación de Eloisa… Contame un poco de vos… escuché adentro que llegaste desde Colombia…

- De Colombia hace 2 años.

- Ah... ¡bastante! Como escuché a Alejandro que llegó hace tan poquito, pensé que también llegaste hace pocos meses también. ¿De qué lugar de Colombia?

- De Bogotá.

- En nuestra universidad hay chicos de tu país estudiando, nos cuentan muchas cosas que extrañan, pero en las elecciones pesa más su carrera ¿vos también llegaste a estudiar?

- Si, una maestría en Psicología Educacional.

- En la UBA?

- Si. En ese momento parece que un silencio eterno se apodera de mi trabajo, los monosílabos desde chica me pusieron nerviosa, pero la curiosidad siempre gana a los destinos monosílabicos.
.
- ¿Venías trabajando en Educación en Colombia?

- Si, en psicología, soy psicólogo. En centros asistenciales, pero aquí no hago nada de eso.

- ¿y cómo llegaste a Eloisa?

- Buscando trabajo, luego me gustó y me quedé, hace bastante que empezó este proyecto, 5 años, yo estoy hace mucho menos, al poco tiempo que llegué ya quedé para trabajar aquí.

La sensación que me queda es que atienden nuestras preguntas, pero la entrega a su tarea es tal que no hay tiempo para sentarse a conversar, no hay tiempo para parar, como tantas veces repetiría María, y como entre risas descubría La Osa. Quiere decir, que ya veníamos con aviso de antemano.
Entonces mi misión esa tarde era buscar sus palabras, aunque no dejarán de mirar los libros, tenía que buscar sus palabras…

- ¿Quiénes son parte de Eloisa Cartonera?

- Hoy somos María, Alejandro, La Osa y yo, dirige Washington Cucurto, que ahora esta en Estados Unidos, dando charlas sobre este proyecto, sobre cooperativismo, y iniciativas parecidos en América Latina. Él tiene muchos libros, fíjate adentro que están la mayoría de los que nosotros editamos, bueno, los que quedaron, hace unos días cuando fue lo del 24 de marzo, en la plaza vendimos todas las estanterías.
Pasa mira lo que nos queda, hay un poco de todo, y estos que tengo acá en la puerta son ediciones viejas que las vendemos más baratas.

- Eso mismo, iba a preguntarte ¿Cómo se arreglan con la comercialización?

- Ahora estamos terminando, esto que ves aquí, es para una entrega que hay que hacer a la boutique del libro, en Palermo, y así hacemos. (Me lo cuenta con el tono de quién descubre un secreto). Algo dejamos en algunas librerías, también vendemos aquí, el barrio nos ayuda mucho, los turistas, a veces salen Alejandro y La Osa a buscar gringos. (Con la voz suave de quién relata una aventura). Y los traen a ver lo que hacemos, se van encantados, varios compran.
Después vendemos en la feria del libro, afuera, no en la feria misma.

En ese momento, como en una escena congelada, parecen agotarse las palabras, no más preguntas para Juan, no más respuestas para mí.
Vuelvo a entrar al local de las estanterías hasta el techo, y voy pensando en lo que ya sabía de Eloisa que se suma a lo que me contó Juan, más que con palabras, con ese movimiento constante de sus manos ese apuro por terminar más libros para no traicionar a los que luego completarán el ciclo de venta de Eloisa.
Ese ciclo que comienza pagando a los cartoneros mucho más que las monedas que dan los centros mayoristas dónde generalmente se vende ese tipo de basura urbana.
Aquí el cartón es más que basura, es materia prima, es insumo.
El cartón y los cartoneros son la primer etapa de un proceso que lleva a nada menos que las primeras ediciones de nuevos autores o la reimpresión a pulmón de obras de autores ya conocidos, también traducciones al alemán, o al inglés, y que finalmente serán el frasco de ese perfume de notas latinas con packaging pintado a témpera y stencil.

martes, 8 de abril de 2008

Silencio... silencio..., sigo pensando en las entevistas..., mejor que apure, a este paso no llego mucho más adelante, pero hoy tiene que salir!!!!!

Nos vemos a la noche...

sábado, 29 de marzo de 2008

Lo importante es no parar…

El miércoles fui a comprar un libro, siempre, debo confesar me gustan las librerías antiguas o las muy grandes donde uno puede navegar tranquila entre música e historias.
Entré a Zivals en Corrientes y Callao de la ciudad de Buenos Aires, precisamente una de esas librerías con música y chiches que a mi me gustan (tranquilos, pueden argumentar que es una cadena, que los pequeños libreros y etc., etc., etc., pero es tan inevitable como Mc Donalds).



Miré, busqué, miré libros que no pensaba comprar, miré libros que me encantaría llevarme, me encontré con libros que hace rato no veía…elegí cual llevarme.
Mientras estaba pagando, veo a mis espaldas una serie de colores, parecían láminas o dibujos…algo colorinche, pensé que era una muestra, terminé de pagar y fui directamente a ver eso, eran libros que mostraban entre la témpera colorida de sus tapas la marca de jabón en polvo Ala. Otros dejaban escapar un pedacito de la marca Criollitas, o Vino tinto “X”…como sabrán eso me intrigó completamente, tomé uno y en la primera página decía: “No hay dos tapas iguales”, más una Web. Comentaba el proyecto en pocas palabras: autores no reconocidos editaban sus libros con el trabajo de un grupo de cartoneros. Con el cartón que levantan en la calle, en un taller del Barrio de La Boca, se entregaban a cortar y pintar cada tapa de cada obra con un diseño diferente (no un diseño por obra, sino un diseño por tapa). De ahí venía, “No hay dos tapas…”
En ese mismo momento desde Zivals, llamé a mi compañero de equipo, y le pasé la página Web:
-Está relindo todo esto, anotá la Web, cuando llego a casa vemos…
Fue todo lo que le dije.



Entre a la WWW que había encontrado, era como los libros, un espacio “colorinche”, era un descaro a la ortodoxia editorial, era un proyecto creativo, en ese sentido raro que ya varios le pondrían otros varios nombres, pero no sé si alguno daría en el blanco. Una de las cosas más significativas que leí era: “…estos son nuestros teléfonos, este es nuestro mail, pero mejor, vení a visitarnos…”



Al día siguiente me comuniqué a uno de los dos celulares que tenían, me atendió María, trataré de reflejar el brevísimo diálogo lo más fielmente posible:



- Hola, ¿habló con alguién del proyecto Eloisa?
- Sí , ¿quién es?
- Soy estudiante de la Universidad de Quilmes de la carrera de comunicación, ví en Zivals los libros que ustedes hacen, y me gustaría saber más,¿podríamos visitarlos, charlar un poco con ustedes?
- ¿Comunicación? ¿Son periodistas?
- Bueno… básicamente no, estudiamos.
- ¿ Y qué nos van a preguntar? ¿Para qué?
- Tenemos solamente dos palabras: Arte y Transformación, y lo que ustedes hacen nos parece que encuadra dentro de eso. ¿podemos?



Y la frase con la que empezaría una crónica es la que sigue, que fue también la respuesta a mi pregunta:


- Sí, vengan, pero esto es un taller. Acá no paramos. No se puede parar y sentarnos. Estamos trabajando, y hablamos mientras trabajamos.










miércoles, 26 de marzo de 2008

Dice Lilith...

Si no supiera que compartimos una historia,
mi propia historia me resultaría insostenible.
Lograste que crea imposibles,
y que resultaran posibles.






viernes, 21 de marzo de 2008

La idea de las dos mujeres…

En todas las artes y las ciencias se han trabajado dualidades, en casi todas las épocas: el bien y el mal, el hombre y la mujer, lo sagrado y lo profano, los amores y los odios, lo celestial y lo terreno, el hombre y la mujer…

Y dentro de uno mismo, ¿acaso no existen, también, dualidades?...

Por momentos, no somos un poco de esto y un poco de lo otro, no escribimos con dulzura en parte y humor ácido en otra?, ¿no somos ángeles y demonios?, ¿plebe y señorío?, ¿damas y vagabundas?, ¿caballeros y no tanto?

Tomé el reflejo de Eva , la primera mujer, y Lilith que algunos relatos presentan como anterior a la primera ( anterior a la “primera oficial”…) para mostrar lo que escribo, lo que escribo en la piel de cada una de ellas.

Elegí que el primer post sea un poema que no escribí yo, pero que muestra el valor de las palabras, la crudeza o caricia que nos puede dar una palabra en cada momento. A partir de ahora las palabras serán mías, sólo en algún momento no podré evitar compartir un pedacito de las palabras que me fueron construyendo…

A este espacio lo vieron algunas personas antes de difundirlo, y es cierto lo que me dijeron, tiene forma femenina, después de todo soy mujer y no tengo ganas de cambiar eso, pero esto no es una casa cerrada, es una casa con las puertas abiertas es para todas las Evas , los Adanes, las Lilith, los Caines, serpientes y Abeles que den vueltas por la red…solamente queda algo más:

ﻼﻬﺳﻭﻼﻫﺃ
Bienvenidos!
Y muchas Gracias por visitarme…







jueves, 20 de marzo de 2008

Llené una copa con mis palabras...

Llené una copa con mis palabras,
las destilé, las hice fermentar, las dejé envejecer
y las escancié generosamente
en las bocas de quienes las deseaban
para expresarse.
Y dijeron amor y la mejor broma,
y el deseo se tornó en palabras
que salían de gargantas de oro,
de gargantas de plata,
en las que tarareaban las palabras
y hacían albórbolas en las bodas de
nuestras aldeas...
Llené una copa con mis palabras,
las destilé, las hice fermentar, las dejé
envejecer
y las escancié generosamente
en las bocas de quienes las deseaban
para expresarse.
Y dijeron odio y la broma más amarga,
y la puñalada se tornó palabra
que salía de gargantas de cobre,
de gargantas de plomo.
En ellas se carcajeaban las palabras,
ladraban, y ladraban
las prostitutas en los arrabales de la ciudad.
Este es nuestro vino: nuestras
palabras destiladas
para que peregrinen por nuestras
entrañas,
para que las sintamos bullir en
nuestra sangre,
para que nos aterren las visiones.
Escanciamos las palabras con cicatería
a quienes nos aman y a quienes nos odian
y les sueltan, como el vino, el corazón
y la lengua.
Os mantenemos ocupados, al menos
durante una noche,
con nuestras entrañas,
nuestra sangre
y nuestras visiones.

Yabra Ibrahim Yabra "Tammuz fi-l-madina"